Los seres humanos somos sociales. Hasta la persona más solitaria necesita de vez en cuando contacto con sus seres queridos para cubrir ciertas necesidades afectivas. Nos gusta la atención y disfrutamos con el cariño, sea en forma de abrazos, con una conversación o simplemente teniendo a alguien cerca a quien recurrir cuando estamos mal. Pero las relaciones sociales no son sólo recibir, y eso es a lo que hace referencia el concepto de responsabilidad afectiva.
En una relación, todo lo que hacemos tiene consecuencias. Dejar en visto a tu mejor amigo durante días, probablemente le haga sentirse desatendido. Mentir a tu último ligue para llevártelo a la cama y después desaparecer de la faz de la tierra, probablemente provocará una pequeña huella en su autoestima. Utilizar a tus padres como si fuesen el Banco de España, probablemente deteriorará la relación familiar.
Este tira y afloja emocional que caracteriza muchas relaciones ha sido el objeto de debate de uno de los últimos episodios del podcast ¿Puedo hablar!, en el que Perra de Satán, Esnórquel y el psicólogo e ilustrador Pablo Coca, más conocido como Occimorons, han debatido sobre las implicaciones de la responsabilidad afectiva.
En palabras de Occimorons, la responsabilidad afectiva es entender que todos los vínculos que elaboramos con otras personas no son algo banal, implican atención y cuidados. Pero, en ocasiones, esto nos resulta agobiante, ya que como el psicólogo explicaba en el podcast “tenemos muy asociados la responsabilidad y la disciplina, y es muchísimo más, es respeto y es cuidado".
Existe una creencia popular que asocia las relaciones duraderas con la atención y las esporádicas con el hedonismo o el placer propio, sobre todo en el terreno del amor y el sexo. Cuando conocemos a alguien que de verdad nos importa, nos esforzamos para causar buena impresión y que se sienta valorado. Sin embargo, si se trata de un ligue de una noche el cuento cambia. ¿La razón? Que pensamos que al mostrar un mínimo de empatía, respeto, reciprocidad y cariño, la otra persona se va a confundir autoconvenciéndose de que nuestra educación en realidad es enamoramiento.
Por una mezcla de miedo a la intimidad y autonomía mal entendida, acabamos convirtiéndonos en mercenarios emocionales. Ignoramos a la otra persona, le mentimos y encima nos enfadamos cuando nos pide claridad, y lo peor de todo es creemos que estamos actuando correctamente porque “estar soltero es no rendirle cuentas a nadie”.
Nos repetimos hasta la saciedad que lo más importante es lo que nosotros sentimos y necesitamos, y en este viaje hacia el amor propio olvidamos que en nuestro día a día nos topamos con otras personas que se pueden convertir en un daño colateral de nuestros actos y decisiones. En la línea de esta reflexión sobre la responsabilidad afectiva, Perra de Satán compartía en sus redes sociales como la época en la que se consideraba más libre fue aquella en la que más daño hizo a otras personas.
Las experiencias amorosas restrictivas y basadas en un romanticismo posesivo y tóxico hicieron mella en ella, y tal y como ha compartido en su cuenta de Twitter, reaccionó oponiéndose a lo que había vivido. “Fui esa mujer liberal que se acostaba con quien quería, probaba cosas nuevas, se apuntaba a una orgía, hablaba con unos mientras estaba con otros... Lo que me apeteciera. No digo que no me lo pasara bien en aquella época de libertinaje. Lo que digo es que no fui libre. Fui gilipollas. Y fui gilipollas porque confundí durante muchísimos años el ser libre con hacer lo que me diera la gana sin prestar atención a las otras personas involucradas. Utilicé a personas porque era una mujer libre. Y no era libre. Lo que estaba era dolida”, reflexionaba. “Me ha costado muchísimos años darme cuenta de que no fui libre, sino una irresponsable. Y una egoísta. Evidentemente ahora me arrepiento de cómo traté a las personas, pero no puedo retroceder en el tiempo. Solo puedo aprender de aquello”.
Como Perra de Satán ha explicado, son muchas las ocasiones en las que actuamos guiados por el dolor o las malas experiencias. Al salir de una relación muy larga, sobre todo si estaba marcada por la posesividad, reaccionamos buscando lo opuesto. Ojo, el sexo sin compromiso y los listados de ligues interminables no tienen nada de malo, igual que no tiene nada de malo optar por relaciones basadas en la exclusividad. El problema es cuando confundimos la libertad con el egoísmo. Ser libre es incompatible con dejar cadáveres emocionales allá por donde se pasa.
Por eso es tan importante aprender las nociones básicas de la responsabilidad afectiva. Pero, ¿cuáles son? “No ilusionar a alguien o hacer planes de futuro cuando no quieres nada serio con esa persona”, explica Occimorons en una de sus ilustraciones divulgativas de Instagram. A lo que añade la importancia de prestar atención a las emociones de los demás, evitar tiras y aflojas de “ahora sí, ahora no”, ser sinceros respecto a nuestras expectativas e intenciones, crear límites consensuados y respetarlos, no tener miedo a contar lo que nos molesta y, sobre todo, “ser conscientes de que lo que hacemos o decimos tiene consecuencias, y debemos asumir nuestra responsabilidad”.