Hablar es algo inherente a nuestra naturaleza humana. No solo no nos cuesta (o al menos a la mayoría), sino que disfrutamos ya sea cara a cara en la terraza de un bar, plasmando nuestras opiniones en las redes sociales o teniendo largas conversaciones a través de WhatsApp. Sin embargo, que sea tan sencillo no significa que a veces no cometamos errores.
Todos hemos sido víctima de malentendidos o de discusiones que se podrían haber evitado con una buena comunicación. Esto todavía es más acusado a raíz del gran uso que le damos a las redes sociales, ya que aunque utilicemos todos los emojis de nuestro teclado, la falta de prosodia o tono emocional puede obstaculizar una buena comprensión del mensaje.
Conocer estos errores de comunicación es fundamental para:
La gran pregunta es cuáles son esos problemas comunicativos que tan instaurados están en nuestro día a día.
Seguro que te has topado con una persona que siempre dice lo que se le pasa por la cabeza sin empatía ni filtros, y lo peor de todo es que cuando le pides un poco de tacto te suelta “yo es que soy demasiado sincero”.
La sinceridad no es una virtud cuando solo sirve para herir emocionalmente a los demás y faltarles al respeto, por eso en las conversaciones con nuestros seres queridos debemos medir un poco mejor lo que decimos. ¿Vas a hacerle daño? ¿Tu opinión es necesaria en este momento? ¿Si te lo dijeran a ti te dolería? Respira hondo, responde a estas preguntas y reevalúa lo que ibas a decir.
El siguiente gran error es la tendencia a monopolizar las conversaciones. Si un compañero de trabajo está muy triste, a ti te ha pasado algo todavía peor y sientes la imperiosa necesidad de contarlo. Si tu mejor amiga está súper enamorada, empiezas a contarles todos tus dramas y alegrías amorosas en orden cronológico. Si tu novia está compartiendo una anécdota vuestra en vuestro grupo de amigos, tú la interrumpes porque crees que la cuentas mejor. Stop. Es hiriente, arrogante y probablemente causes mala impresión.
En el lado opuesto están aquellas personas que nunca saben de qué hablar, así que ceden la responsabilidad de dirigir la conversación a la otra persona.
No pasa nada por ser tímido, pero para que haya una buena comunicación debes interactuar y tener imaginación. Si siempre que te preguntan tu opinión sobre algo respondes con un escueto “no sé” y dejas que tu interlocutor siga hablando sin parar, probablemente estás dándole una carga agotadora.
La rigidez emocional es la antípoda de la empatía. En pocas palabras, implica basar todas las conversaciones en lo que tú estás sintiendo ignorando las emociones de la otra persona.
Cuando nos comunicamos, sobre todo si la conversación es seria o intensa (por ejemplo, para romper con alguien o si quieres apoyar a un amigo que lo está pasando mal), es fundamental dejar nuestro ego de lado. Da igual lo que tú sentirías en la situación de la otra persona. Lo que importa es cómo está viviendo esta situación él o ella, así que no le llames “exagerada” ni juzgues sus reacciones.
A todos nos da miedo caer mal o que nos juzguen, pero no podemos dejar que ese miedo a las críticas nos paralice. Cuando estés con gente de confianza, anímate a compartir tus opiniones aunque creas que son polémicas o no van a ser aceptadas.
Por un lado, conocerás argumentos diferentes a los que traías de casa y si estabas equivocado, aprenderás. Por otro lado, demostrarás asertividad y tendrás relaciones más completas y satisfactorias. ¡Son todo ventajas!
Esto es muy habitual cuando estamos con nuestros padres, con un amigo de toda la vida o con nuestra pareja. Como hay confianza, a veces ponemos el piloto automático y dejamos que la otra persona hable sin parar, pero sin hacerle mucho caso. Como mucho repetimos lo último que ha dicho y asentimos mientras nuestra cabeza tararea la canción ganadora de Eurovisión.
En realidad es mejor parar a la otra persona, explicarle que ahora mismo no te apetece hablar y retomar la conversación cuando sí te apetezca escuchar.
El rapport es esa conexión que sentimos con algunas personas. Por ejemplo, cuando nos presentan a un grupo de gente nueva y acabamos hablando toda la noche con alguien.
Ojo, porque el rapport es algo totalmente distinto a la atracción sexual. Implica una fluidez de ideas y de comunicación, y esto es fundamental para que una relación avance. Si no conectas con un ligue de Tinder o con algún compañero de clase, es difícil que en un futuro la relación fluya y evolucione.
Las habilidades sociales se aprenden entre la infancia y la adolescencia, pero no todas las personas cuentan con las mismas oportunidades. La timidez, el aislamiento, haber sufrido bullying o que nuestras primeras relaciones de pareja fuesen posesivas y plagadas de maltrato pueden influir en nuestra forma de relacionarnos en el futuro.
Si ese es tu caso, borra la idea de que “es demasiado tarde para aprender”. Aunque de pequeño no te enseñasen habilidades sociales, de adulto puedes conocer gente maravillosa que cure las heridas emocionales de tu infancia y te enseñe a confiar y a disfrutar socializando. Además, también puede ser útil pedir ayuda profesional.
En el terreno de las conversaciones por WhatsApp el silencio cobra un sentido diferente. Cuando estamos hablando con alguien que nos gusta mucho, dejarle en visto para “parecer interesantes” es contraproducente. En realidad darás una apariencia inaccesible y no solo no despertarás interés, sino que la otra persona puede pasar de ti porque no entiende tu comportamiento.
Por eso es muy importante hacer un buen uso de los silencios. Si la conversación se agota, no pasa nada. Deja que pase un día, piensa en nuevos temas de conversación y háblale por WhatsApp. Pero si estáis hablando, no desaparezcas de repente sólo por parecer guay.
Tan malos son los silencios inoportunos como la lluvia de mensajes. “¿Qué haces?”, “¿Con quién estás?”, “¿Por qué no me contestas?”… Deja que tu interlocutor respire.
No tenéis que estar hablando por WhatsApp en todo momento. La otra persona tiene su vida y tal vez ha quedado con amigos, está viendo una película, tiene trabajo pendiente o simplemente no le apetece mirar el móvil. No es algo personal, así que no te enfades ni le avasalles a mensajes.