La faringitis es una enfermedad respiratoria relativamente conocida, y bastante común en esta época, aunque muchas personas no saben identificar sus síntomas y pueden pasarlos por alto en un primer momento. Provocada por distintas causas (entre ellas, la infección por coronavirus), en este tipo de afección, actuar rápido y ponerse en manos de un profesional cuando antes es muy importante: de lo contrario, es posible que se produzcan complicaciones, o que la enfermedad se vuelva crónica. ¿Qué es la faringitis y cuáles son sus causas?
La faringitis es una inflamación de la mucosa que reviste la faringe. Suele conllevar síntomas como deglución difícil, amígdalas inflamadas y fiebre más o menos elevada. Además, existe faringitis crónica de larga duración y faringitis aguda. En este último caso, normalmente se debe a infecciones víricas y, a veces, a infecciones bacterianas o reacciones alérgicas.
La mayoría de las faringitis agudas son el resultado e procesos infecciosos, debidos a virus o bacterias. De hecho, los virus causan entre un 80% y un 90% de las faringitis tanto en niños como en los adultos. En el caso de las infecciones faríngeas causadas por virus, ello puede aumentar la probabilidad de una sobreinfección bacteriana.
Los virus que con más frecuencia producen estos cuadros son los causantes del resfriado común y de la gripe (Rhinovirus, Coronavirus, Adenovirus, Influenzavirus). Además, algunos virus causan cuadros bastante típicos, como son la mononucleosis infecciosa (Virus de Epstein-Barr o citomegalovirus) o la herpangina y enfermedad mano-pie-boca (virus Coxsackie A), o la gingivoestomatitis herpética (virus del herpes). Entre las bacterias, las de la familia Streptococcus son las más frecuentes.
Son raras las faringitis producidas por hongos, pero existen, y pueden verse especialmente en pacientes con déficit inmunitarios, como por ejemplo pacientes en tratamiento por cáncer, trasplantados, o con SIDA. También en caso de manejo antibiótico indiscriminado puede resultar más probable una faringitis provocada por hongos.
Por último, en cuanto a las faringitis no infecciosas, éstas suelen relacionarse con casos de irritación mecánica, química o térmica, como por ejemplo el reflujo gastroesofágico o el aire frío, o por procesos de naturaleza inmunoalérgica.
Entre los síntomas de la faringitis, podemos encontrar los siguientes:
En cuanto al diagnóstico de la faringitis, éste se fundamenta en la historia clínica y en la exploración del paciente. Así, la presentación más o menos súbita del cuadro y sus características clínicas (fiebre, malestar general, mal aliento, dolor cervical, etc.) pueden indicar un cuadro de faringo-amigdalitis. En muchas ocasiones es útil realizar algunas pruebas de laboratorio para asegurarse. Además, cuando se sospeche de determinados agentes infecciosos, se debe realizar un frotis faríngeo para hacer un cultivo y determinar los gérmenes que están causando la infección. Si además se realiza un antibiograma, se podrá conocer la sensibilidad de esos gérmenes al tratamiento antibiótico.
Existen dos focos que tratar: de un lado, manejar los síntomas y molestias (fiebre, dolor de garganta, dolor muscular, etc.) y, de otro, eliminar la infección que haya podido provocarla. Para el primer caso, el reposo y el consumo de líquidos es básico, y además pueden recetarse analgésicos y antipiréticos (paracetamol, ibuprofeno, naproxeno... También puede ser recomendable hacer gárgaras con antisépticos de acción tópica, así como consumir pastillas antisépticas.
Cuando la infección se deba a una bacteria, el médico recetará antibióticos (normalmente amoxicilina) y si existe candidiasis, antifúngicos en gel. En caso de aftas bucales víricas, existen tratamiento y preparados especiales; si son bacterianas, se utilizará penicilina. En casos graves de dolor e inflamación pueden recetarse corticoides.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayoría de las faringitis agudas son causadas por virus y no se curan con antibióticos: el tratamiento antibiótico sólo debe usarse cuando exista infección bacteriana primaria, una infección viral complicada, o una complicación de una afección faringo-amigdalar. En los casos
En cuanto a lo que puede hacer el paciente para mejorar, se recomienda descansar la voz y beber mucha agua, así como tomar bebidas calientes y hacer gárgaras con agua con sal. También hacer uso de humidificadores para evitar la sequedad de garganta.
En cuanto a las formas de evitar contagiar a los demás, el paciente debe lavarse las manos con frecuencia, sobre todo antes de comer o después de estornudar o de comer; evitar compartir los alimentos, vasos o cubiertos; y usar desinfectante a base de alcohol para las manos como una alternativa para el lavado de estas cuando no se dispone de agua y jabón.