Las necesarias medidas de prevención frente al coronavirus, como el uso obligatorio de la mascarilla, la higiene y el distanciamiento social, ha provocado que 'olvidemos' otro tipo de riesgos para nuestra salud y que no prestemos atención a patologías que pueden tener graves consecuencias a largo plazo. Este es el caso del Lyme, una afección potencialmente debilitante transmitida principalmente por garrapatas de patas negras. En Estados Unidos, por ejemplo, se han duplicado los casos en las últimas dos décadas para contabilizar aproximadamente 30.000 casos al año.
La alerta está justificada puesto que durante la pasada primavera, en plena fase de desescalada por el COVID-19, se advirtió de la mayor presencia de garrapatas en zonas boscosas y de prados. El confinamiento y las lluvias del invierno prepararon el mejor escenario para la reproducción de estos pequeños ácaros. Además, las temperaturas más cálidas debido al cambio climático están modificando su ciclo biológico y las están volviendo más resistentes.
El Lyme, si no se diagnostica a tiempo, puede derivar en una enfermedad crónica grave. De hecho, en su tercera fase se le conoce como síndrome de mutiinfección multisistémico. Es decir, no existe ningún tejido que la bacteria denominada borrelia burgdorferi no pueda dañar.
También se le conoce como la enfermedad imitadora, porque sus síntomas suelen parecerse a los de otras enfermedades, lo que hace que en muchos casos haya dificultades para su diagnóstico, una gravísima circunstancia, dado que si la infección no se detecta a tiempo puede avanzar a otros estadios y llegar incluso a una fase tardía persistente.
El Lyme temprano se caracteriza por una marca roja llamada 'ojo de buey' pero también por síntomas similares a los de la gripe. Las garrapatas, inmediatamente después de morder a su objetivo, inoculan una sustancia anestésica que hace que la herida pueda pasar inadvertida. Los síntomas pueden tardar en aparecer desde días hasta meses o incluso años tras sufrir la picadura.
La prevención es una de las mejores armas contra esta enfermedad. Pantalón largo y camisa de manga larga en colores claros para identificar a una garrapata antes de adherirse a nuestra piel, un repelente adecuado y, sobre todo, revisar nuestro cuerpo al volver a casa son gestos sencillos e importantes a tener en cuenta. También lavar la ropa a una temperatura superior a 60º C para terminar con estos ácaros si se han quedado en nuestra ropa.