Todos los niños se ponen malos. En general la fiebre no tiene por qué preocuparnos, pero a partir de cierta temperatura lo mejor es acudir a un especialista. Por ello, es importante tener claro cuántos grados tienen los pequeños, de manera que sepamos con exactitud si debemos alarmarnos. No todos los termómetros son igual de precisos, sobre todo en bebés. Te contamos cómo hacerlo de manera fiable según la edad.
Existen varios tipos de termómetros. El que más vemos en los últimos meses es el de arteria temporal, que mide la temperatura en los costados de la frente. Otros son el de oído, el rectal, oral y el axilar. Lo que vale para los bebés no vale para niños de 4 años o para adultos. Estos son los más recomendados, por franjas de edad.
Cada uno de estos métodos requiere de unas condiciones. El oral no se recomienda a menos que hayan pasado un mínimo de 30 minutos después de comer algo frío o caliente, y debe colocarse bajo la lengua (sin morderlo). El axilar es válido solo cuando la axila está seca y no hay ropa entre el brazo y el termómetro El rectal debe aplicarse con sumo cuidado, lubricando antes el extremo que se introduce.
En todos los casos, cuando la temperatura de un niño se acerca o sobrepasa los 38ºC puede ser síntoma de infección y es importante que vea a un médico.
La fiebre se puede deber a muchas causas. En general s deben a infecciones virales comunes que desaparecen solas, como un resfriado. Otras veces puede surgir por una infección del oído, de vejiga o riñones. En raras ocasiones, puede ser síntoma de algo más grave.
Cuando dura varios días seguidos -más que con una infección común-, puede deberse a una afección específica. Por último, es frecuente en bebés y niños que aumente la temperatura como efecto secundario de algunas vacunas infantiles.