La retención de líquidos no solo es un problema estético para quien la padece, sino que puede acarrear consecuencias negativas para nuestra salud y haceros sentir más incómodos y pesados. Las causas pueden ser muy variadas, pero muchas veces basta una buena alimentación para reducir considerablemente el problema: la clave está, entre otras cosas, en el equilibrio entre el sodio y el potasio, que puedes regular mediante el consumo (o carencia de él) de determinados alimentos. ¿Cómo evitar la retención de líquidos? ¿Qué trucos existen para favorecer su eliminación de forma natural?
Tal y como recuerda Fundación del Corazón, la retención de líquidos o edema consiste en el aumento del volumen del líquido intersticial, es decir, una acumulación excesiva de líquidos en los tejidos. Puede deberse a muchos factores, entre ellos problemas circulatorios, insuficiencia cardiaca congestiva, enfermedades renales o hepáticas. Sin embargo, la consecuencia es clara en todos los casos: aumento de peso, hinchazón en piernas y tobillos, aumento del perímetro abdominal...
Afortunadamente, mantener una dieta equilibrada que tenga en cuenta esta tendencia o circunstancia puede ayudarnos a reducir la retención de líquidos. Básicamente, el tratamiento dietético consistirá en reducir el consumo de sodio, muy presente en la sal de mesa. A veces basta con dejar de usarla o con reducir mucho su uso como aditivo en las comidas para notar efectos beneficiosos. Y es que la sal atrae el agua y ayuda a retenerla. Podemos intentar sustituirla por distintas especias y condimentos, así como por limón, vinagre, aceites aromatizados, ajo, orégano o guindilla.
También es importante aumentar paralelamente la ingesta de agua y hacer uso de alimentos que favorezcan la eliminación de estas retenciones, como es el caso de los productos frescos y no procesados. Frutas, verduras, legumbres, carnes y pescados frescos sin contenido sódico o con un contenido muy bajo te ayudarán a reducir la retención de líquidos. No olvides que los productos procesados pueden contener mucha sal.
Además, es importante aumentar la ingesta de alimentos que aporten potasio: plátanos, melón, sandía, alcachofas, berros, acelgas, calabaza o cebolla te ayudarán a aumentar sus niveles, contrarrestando la presencia de sodio y sus efectos en nuestro organismo.
Del mismo modo, es importante evitar las conservas, los ahumados, los embutidos y patés, las salchichas, la sobrasada... ya que todos estos productos contienen un elevado nivel de conservantes y sal. El pescado salado, en conserva o ahumado también debe evitarse, así como las verduras enlatadas, ya que también suelen contener conservantes ricos en sodio. Lo mismo se aplica a los frutos secos y a las aceitunas, así como a las salsas comerciales (especialmente la de soja), a los caldos concentrados, etc.
En general, es recomendable consultar en el etiquetado de cualquier producto su contenido en sodio, pero la manera más sencilla de reducir su consumo es optando por alimentos sin procesar. En cuanto a los lácteos no suponen en principio ningún problema, excepto en el caso de quesos curados y semicurados: los quesos frescos o sin sal, los yogures, la leche... pueden formar parte de nuestra dieta.
En cuanto a los métodos de cocción, aquellos que permitan conservar el sabor te permitirán hacer más llevadera tu dieta: vapor, papillote, horno, plancha, guiso, estofado... será mejor que, por ejemplo, el hervido.
Por último, no olvides la importancia del ejercicio físico: camina cada día (también puedes correr, patinar, nadar, apuntarte a clases de baile...), evita estar sentado muchas horas y mantén las piernas elevadas cuando lo hagas, en la medida de lo posible. Muchos de los casos de retención de líquidos están relacionados directamente con malos hábitos de alimentación, hidratación insuficiente y sedentarismo.