La alergia al sol o fotodermatosis es una dolencia relativamente frecuente que puede provocar daños severos en la piel si no se tratan sus síntomas. Alrededor de un 10 por ciento de la población en España la padece y, entre sus tipologías, la más común es la fotodermatosis polimorfa, con un 90 por ciento de los casos. ¿En qué consiste la alergia al sol y cuáles son sus síntomas?
La alergia al sol consiste en la aparición de afecciones cutáneas o dermatosis -como erupciones cutáneas o quemaduras- fruto de una reacción alérgica o sensibilidad aumentada. Este fenómeno tiene su causa principalmente en la exposición a la radiación ultravioleta, y para que podamos hablar de alergia al sol debe tratare de una reacción anómala a la exposición a la luz solar. También afecta a los más pequeños.
De manera más concreta, lo que ocurre en la piel de las personas que padecen alergia al sol es que la luz solar daña la superficie cutánea mediante la creación de radicales libres. Las pieles con esta afección son más sensibles a la aparición de estas sustancias y, para defenderse, activan la inmunidad de la piel de forma exagerada. Así, según explican desde Martiderm, este proceso da lugar a una reacción alérgica mediada por inmunoglobulinas tipo IV. Por ello, al activarse de forma no adecuada, se presenta la clínica habitual, con la aparición de lesiones cutáneas.
En cuanto a los síntomas de la alergia al sol, éstos suelen ser variados: normalmente el primero es la aparición de erupciones leves o brotes de pústulas. También pueden surgir eritema cutáneo o vesículas, pero el signo más característico es la irritación intensa con picor. Estos síntomas pueden aparecer inmediatamente justo tras la exposición o tras varios días. Además, es más frecuente que esa dolencia afecte a mujeres jóvenes y a personas con piel clara. En cuanto a las zonas más afectadas, suelen ser las más sensibles y expuestas a la luz solar: rostro, escote, brazos...
La mejor forma de controlar estos síntomas es usar protector solar siempre que la persona afectada vaya a exponerse a la luz solar. De esta forma se podrá evitar en la medida de lo posible este tipo de reacciones, controlando lo síntomas. También es conveniente evitar las horas de mayor incidencia del sol (mediodía especialmente) para evitar la excesiva absorción de radiación solar. La ropa es una buena barrera para proteger la piel, aunque (salvo que se trate de un tejido especial) no es infalible, sobre todo en caso de largas exposiciones.
Otra opción acudir a los ciclos de fototerapia profiláctica o procesos de desensibilización solar al inicio de la temporada en que vayamos a exponernos más al sol. Éstas consisten en exposiciones periódicas y progresivas de la piel a la radiación ultravioleta con el fin de aumentar la tolerancia de la piel a la exposición solar de forma paulatina.
Desafortunadamente, el tratamiento de la fotodermatosis es sintomático: únicamente podemos controlar los síntomas, pero la alergia seguirá existiendo, por lo que debemos ser precavidos en cuanto a nuestra exposición al sol de forma constante. En caso de mostrar síntomas y picor, existen lociones calmantes e hidratantes que pueden ayudar a combatir estos signos. En ocasiones pueden recetarse también corticoesteroides por vía cutánea y, en casos graves, por vía oral.
En cuanto al diagnóstico de la alergia al sol, los médicos puede analizar cómo influye en el paciente la exposición a la radiación ultravioleta (UV) a través de una ‘fotoprueba', con la que se extrae información sobre cómo reacciona la piel a longitudes de onda diferentes de radiación ultravioleta que provienen de un tipo especial de lámpara. Mediante esta técnica es posible identificar, además, qué tipo particular de radiación ultravioleta causa la reacción, identificando así de qué tipo de alergia al sol se trata.