Olga se va a dormir a las once y media de la noche cada día. Se tumba en la cama, lee un rato y en cuanto sus ojos comienzan a entrecerrarse, coloca el libro en la mesilla y se dispone a dormir. Justo en ese momento llegan las preocupaciones, unas invitadas de lo más incómodas que la mantienen en vilo hasta las dos, las tres o las cuatro de la mañana. Al día siguiente amanece con un ataque de ansiedad tras soñar toda la noche con sus tareas pendientes, despertarse varias veces somnolienta y madrugar más de lo que ella misma desearía.
Su situación describe dos problemas más habituales de lo que no gustaría: la ansiedad y un insomnio derivado de ésta. Pero curiosamente las dificultades para dormir han sido el indicador de que algo iba mal, que la ansiedad estaba instaurándose en su vida y que debía pedir ayuda.
Olga tiene 27 años y vive con dos amigos en un piso de Valencia pese a ser natal de Navarra. De ocho de la mañana a seis de la tarde trabaja con un descanso para comer, todo desde casa, y por las tardes aprovecha para desconectar. Sin embargo, desde hace varias semanas arrastra un cansancio que le impide concentrarse y que ha afectado a su estado de ánimo.
“Me he dado cuenta de que tenía ansiedad por mis problemas para dormir. Básicamente no duermo”, confiesa la joven, “quiero, pero no duermo”. Pero este problema no se debe a que se pase toda la mañana en la cama o a que esté tan pendiente del móvil por la noche que sea incapaz de conciliar el sueño. “Vivo como en un estado de alerta constante por las noches. Me voy a la cama, apago la luz y empiezo a rayarme por situaciones hipotéticas del trabajo, pensando si algo que he dicho le habrá sentado mal a alguien, si mis padres estarán bien, si que me duelan los pechos antes de que me baje la regla es señal de que tengo un tumor, si el dolor de espalda por estar sentada como el culo todo el día en realidad es cáncer… Es que es absurdo, pero como que me aparecen mil preocupaciones que no tienen sentido y las analizas y las deshechas, pero en ese momento me joden el sueño”, apunta.
Cuando Olga por fin consigue dormir, comienzan las pesadillas. “¿Ves cuando tienes fiebre y sueñas pero estás medio despierto? Así me siento. Me levanto como seis veces en toda la noche alterada, con la ansiedad a mil como si tuviese un examen al día siguiente y no hubiese estudiado. Es horrible”, explica. “Y a eso de las seis de la mañana pues ya me despierto del todo y no me consigo dormir. Hay días que si me he acabado durmiendo a las 4 y me he despertado a las 6, pues he dormido un total de dos horas. Luego estoy hecha un cromo todo el día”.
La situación de Olga no es algo aislado. Muchas personas sufren ansiedad en España, concretamente 3 millones tal y como informe el Ministerio de Sanidad en su último informe 'Salud mental en datos'. A esta cifra hay que añadir todas aquellas personas que la padecen, pero que no piden ayuda o que acuden a un psicólogo privado, ya que el informe solo tiene en cuenta las consultas registradas en los servicios sanitarios públicos.
La confederación Salud Mental España lo ha alertado también. Durante los meses de pandemia el 55% de la población se sintió incapaz de controlar sus preocupaciones y el 30% sufrió ataques de pánico. En otras palabras, estamos ante una epidemia tan agresiva como el coronavirus.
Esta ansiedad de la que hablamos puede manifestarse de diversas formas, y los problemas del sueño son uno de los síntomas que más incapacitan, más se cronifican y más nos preocupan. Al fin y al cabo, los problemas para dormir provocan aparte de cansancio físico, secuelas como agotamiento mental, irritabilidad, tristeza, alteraciones de la atención, sensación de inquietud, ataques de pánico, despersonalización y desrealización. Pero, ¿cómo sé si mi insomnio se debe a ansiedad?