Cuando hablamos de secuelas provocadas por el coronavirus, solemos pensar en el terreno físico: pérdida del sabor a largo plazo, migrañas, fatiga, dificultad para respirar o alteraciones cardiovasculares. En esta larga lista de consecuencias de la infección vírica, olvidamos un problema que afecta al 20% de los enfermos con coronavirus. Se trata de los trastornos mentales, sobre todo insomnio, ansiedad y depresión.
Son muchos los estudios que han investigado las consecuencias psicológicas de la enfermedad que ha protagonizado el 2020. Uno de los más importantes ha sido el de la Universidad de Oxford, publicado a comienzos de noviembre en la revista The Lancet Psychiatry.
Tras analizar los datos médicos de 69 millones de personas (62 mil de ellas con coronavirus), encontraron que en los tres meses posteriores al diagnóstico, el 20% de los infectados padecieron un trastorno mental. Los problemas más habituales fueron ansiedad, episodios depresivos e insomnio.
Al ser un grupo de participantes tan grande, los investigadores de la Universidad de Oxford consideran que los resultados se pueden generalizar a toda la población. Por eso a la hora de conocer la evolución de una persona que ha dado positivo a la covid-19, debemos prestar atención a su salud mental ya que es posible que se vea afectada.
En España, las investigaciones y hallazgos médicos también van en la línea del estudio británico. Según Juan Antequera, psicólogo clínico y vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos Internos Residentes (ANPIR), los pacientes con síntomas físicos crónicos son un grupo con riesgo de padecer secuelas psicológicas ya que experimentan una ansiedad como si de un secuestro se tratase, “porque sienten que no pueden salir’’. El psicólogo destaca la gravedad de esta situación, afirmando que el 44% de los supervivientes de coronavirus que han pasado por cuidados intensivos necesitarán apoyo psicológico.
A medio caballo entre las secuelas psicológicas y las físicas nos encontramos con el insomnio. Alba Domínguez, que ha pasado el coronavirus, afirma que lo que más le está afectando son los problemas para dormir. “Por el día estoy reventada, pero por la noche soy incapaz de dormir. Cuando me tumbo me entran mareos y lo paso fatal”, comparte.
En algunos casos, el insomnio se debe a que las consecuencias físicas de la covid-19 alteran el sueño. Por ejemplo, la tos residual, el dolor muscular o la disnea (sensación de ahogo). Sin embargo, en otros casos el insomnio es puramente psicológico.
Esta secuela se está tratando con fármacos, pero los psicólogos y médicos señalan la importancia de abordar el insomnio mediante terapia psicológica. Técnicas como la higiene del sueño, el control de estímulos o la relajación pueden resultar muy beneficiosas para los supervivientes de coronavirus que tienen problemas para dormir.
En el caso de la ansiedad, sobre todo nos encontramos con preocupaciones generalizadas y ataques de pánico. Luis Molina, un joven que padeció coronavirus en septiembre, reconoce sentirse desbordado. “Cuando algo así te pasa o a tu familia, empiezas a pensar en cosas que antes no te habías planteado. Lees que hay chicos de veintipocos años que han muerto y te pones en lo peor, o te paras a pensar en si tus padres saldrán de esta. Encima te sientes culpable al no saber quién se lo pegó a quién, por mucho que sepas que buscar responsables no sirve de nada. Y por si fuera poco, te quedan secuelas y ya no sabes si van a ser para toda la vida, si en una semana se te pasarán o qué va a ser de ti. Los médicos están saturados, así que tampoco les quieres agobiar cuando tus secuelas no son excesivamente graves, pero joder, la ansiedad te mata lentamente”, reflexiona.
En tercer y último lugar, muchos expertos han etiquetado la depresión como una pandemia por sus graves efectos sobre la salud, ya que es la primera causa de discapacidad a nivel mundial afectando a 300 millones de personas, el triple en comparación con el coronavirus, que acumula ya 72 millones de casos confirmados.
El aislamiento al que se enfrentan los enfermos de coronavirus puede agravar los síntomas característicos de la depresión, como la tristeza intensa, la sensación de inutilidad y la culpa extrema. “Ahora que llega la navidad, yo no me atrevo a ver a mis padres”, confiesa Estíbaliz Ramos. “He dado negativo en la última PCR y han pasado tres semanas desde que me contagié, pero aun así no me siento a salvo”. Lo que sí esta experimentando es una tristeza difícil de gestionar. “En 2021 voy a ir al psicólogo, lo tengo claro, porque la mayoría de los días no me quiero ni levantar de la cama”.
Cuando los médicos o psicólogos hablan de diagnóstico diferencial, hacen referencia a la importancia de distinguir entre dos enfermedades, trastornos o problemas de salud. Por ejemplo, la fatiga característica del coronavirus también puede deberse a falta de sueño, ansiedad o depresión.
En la otra cara de la moneda, no todos los síntomas son secuelas psicológicas. “Estoy harto de que me digan que es todo ansiedad. Yo he tenido ansiedad y sé que esto no es normal en mí”, relata Alberto Crespo, que en junio superó el coronavirus. “Salgo a la calle y me lloran los ojos del sol porque me hace daño la luz. Llego a casa y me tengo que tumbar porque me duelen los músculos. De repente me dan palpitaciones cuando estoy tan tranquilo viendo la tele. Y lo que más me jode es que cuando lo cuento, me dicen que es de mi cabeza”.
Como el caso de Alberto hay miles de personas que necesitan apoyo psicológico y un seguimiento de sus síntomas físicos para saber qué es normal, cuál es el pronóstico y cómo pueden gestionar todo lo que están viviendo pese a lo desconocido del virus.