Muchos virus que producen enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla, el dengue, el virus del Zika o el chikungunya son transmitidos por la picadura de mosquitos y afines. Curiosamente, estos no son responsables del SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19. La reciente observación del mosquito Aedes japonicus en España, posible transmisor del virus del Nilo occidental y potencialmente del dengue y el chikungunya, amplía la lista de estos insectos en nuestro país, como el Aedes aegypti, A. albopictus, Anopheles atroparvus o el Culex pipiens.
Una forma de controlarlos sería a través de los ácaros acuáticos (Hydrachnidia), unos eficaces predadores naturales de los mosquitos que son inocuos para el ser humano. Se trata del tercer grupo de animales más biodiverso en aguas continentales, después de los coleópteros y los dípteros, y, sin embargo, son unos grandes desconocidos. Por ello, los científicos piden elaborar una guía de estos organismos.
Por mencionar una cifra que ayude a hacer una idea de la gran diversidad de ácaros acuáticos, tan solo en la provincia de Madrid hay registradas 104 especies (aunque recientemente se han descubierto tres más), mientras que otros grupos animales acuáticos, más conocidos, sobre todo por los pescadores, como los plecópteros (vulgarmente conocidas como “gusarapas”) no llegan a las 140 especies en toda la Península.
A lo largo de su ciclo vital, los ácaros acuáticos pasan por las etapas de larva, ninfa y adulto, como la gran mayoría de insectos. Muchos son ectoparásitos de insectos, mosquitos y otros, durante la fase de larvaria, y predadores activos de adultos. Se sabe que hay un parasitismo más o menos específico de especies de ácaros acuáticos a determinadas especies de mosquitos. Sin embargo, las relaciones tróficas de muchas otras especies permanecen desconocidas para la ciencia.
Aparte del gran interés aplicado en el control de plagas de mosquitos transmisores de enfermedades, los ácaros acuáticos son un instrumento ideal para el estudio de procesos ecológicos y evolutivos. Esto ocurre no solo porque sean buenos bioindicadores de calidad del agua, sino porque la variedad de color, forma, tamaño y de hábitat donde pueden vivir, los hacen muy adecuados para un sinfín de estudios aplicados para la ciencia fundamental, relacionadas con los colores de advertencia (aposematismo), relaciones predador-presa, coevolución del parasitismo, etc.
La elaboración de una guía de estos organismos sería importante. La ciencia básica de las relaciones ecológicas y los patrones evolutivos no se construye solo sobre el estudio de las comunidades de aves o de la inversión económica en algunas especies singulares. Hay otros organismos, quizás más difíciles de estudiar, o simplemente más desconocidos, que guardan claves que podrían ser cruciales para la salud, en un futuro no muy lejano.