Si ese día de descanso, de ir de la cama al sofá y del sofá a la cama, ese día de no hacer literalmente nada que habías ansiado tanto llega por fin y resulta en que terminas más cansado de lo que estabas, hay algo que no funciona. Pero no es solo una sensación. Tiene una explicación científica.
La inactividad afecta a nuestro cuerpo y nuestra mente, produciendo cansancio y alterando nuestro sueño. Según ha comentado el profesor Edward Coyle, de la Universidad de Texas, en un artículo publicado por The New York Times, está comprobado que “después de unos pocos días de inactividad, el volumen de plasma sanguíneo disminuye” y ocurren otros cambios cardiovasculares. Yendo a un extremo, después de 12 días de estar frenado, hay estudios que muestran que la cantidad total de sangre que bombea el corazón por minuto se reduce. Lo mismo pasa con la cantidad de sangre oxigenada disponible para los músculos y otras células.
En cuanto a la fuerza, no se pierde tan rápido como la salud cardiovascular: recién a la semana número ocho los músculos comienzan a reducir su tamaño y destreza. Hay que tener en cuenta que el impacto de la inactividad en el cuerpo depende en gran medida de la edad, genética y estilo de vida de cada uno.
Lo cierto es que para evitar que el sedentarismo afecte el descanso, lo que hay que hacer, según describe un artículo de The Harvard Medical Review, es practicar un descanso activo. Este consiste en dedicar esos momentos de descanso a actividades como la meditación, realizar algún tipo de ejercicio físico, limitar las siestas a solo 20 minutos, y sobre todo cuidar la alimentación y la hidratación. Dale Play al vídeo para conocer en detalle las causas y consecuencias de ese descanso inactivo para tu organismo y cómo evitarlo.
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