La detención de varias personas en Suiza por su presunta relación con la primera utilización de la 'cápsula para el suicidio', denominada Sarco (abreviatura de sarcófago), ha hecho que muchos ciudadanos de todo el mundo se pregunten cómo es y cómo funciona este dispositivo inventado hace siete años por el activista australiano proeutanasia Philip Nitschke. La ministra suiza de Salud, Elisabeth Baume-Schneider, subrayó este pasado lunes que la cápsula no cumple los criterios de seguridad de productos, por lo que no puede ser comercializada.
Sarco, la cápsula que ha generado la polémica, se presentó en la Bienal de Venecia en 2019, y según su creador el objetivo es “permitir a los adultos racionales la opción de una muerte pacífica, electiva y legal en un ambiente elegante y con estilo”. Según Nitschke, la persona sobreviene sin dolor.
El dispositivo Sarco, una cápsula que se imprime en 3D, es un receptáculo de líneas aerodinámicas y cubierta transparente en el que la persona que desea morir se encierra. Para utilizar la cápsula solo hay que pulsar un botón que libera una gran cantidad de nitrógeno y sustituye al oxígeno. Esto provoca una pérdida rápida del conocimiento y la muerte en aproximadamente cinco minutos. Su inventor aseguró que Sarco también tiene un botón de emergencia en caso de que la persona cambie de opinión y puede revertir el proceso. La cápsula en sí es biodegradable y se puede separar de la plataforma inferior para usarla como ataúd para el entierro o la cremación.
La persona, antes de acceder a Sarco para realizar la eutanasia sin asistencia, apuntó Nitschke, debe pasar una prueba monitorizada por inteligencia artificial para determinar su estado mental; esta busca demostrar que la persona está tomando la decisión consciente de terminar con su vida. Si no se pasa la prueba, no se abre la escotilla. "Solo proporciono los planos y las instrucciones en Internet, pero no doy instrucciones personales y no se requiere ayuda para operar la máquina. El usuario tiene el control total", apuntó el inventor en una entrevista.
Philip Nitschke, el inventor de Sarco, es toda una personalidad entre los defensores de la eutanasia. En 1999 se convirtió en el primer médico en el mundo en administrar legalmente una inyección letal a sus pacientes. Originario de Australia, fue uno de los principales promotores de que en Países Bajos se aprobara la ley que legalizaba la eutanasia en 2001 y se volviera uno de los pioneros en este tipo de legislación.
Apodado como el 'Doctor Muerte', Nitschke es todo un 'gurú de la eutanasia', que cree firmemente en que las personas tienen derecho a decidir cómo mueren, sean pacientes terminales o no, una causa que defiende desde su fundación Exit International y en publicaciones como el libro 'The Paceful Pill' (La pastilla tranquilizante), un manual para el suicido: “La objeción más común (a la eutanasia) es que no existe el suicidio racional y que el deseo de morir es, por definición, el resultado de una enfermedad psiquiátrica. Rechazo esa idea”, le dijo Nitschke a 'Vice' en una entrevista.
El médico ha destacado en diferentes entrevistas la idea de "democratizar la muerte". Entre los objetivos de su creación figura el de "desmedicalizar" el proceso de morir, sin que sea necesaria la intervención de un médico para recetar al paciente pentobarbital sódico y confirmar que se encuentra en plenas facultades. Sobre Sarco, apuntó en una ocasión: "Puedes remolcarlo y tenerlo con vista a los Alpes o los lagos. Cuando estés listo, te despides, usas el código para entrar, baja el dosel, presiona un botón y mueres en unos minutos. Es una muerte muy pacífica. No estoy sugiriendo que Sarco sea la taza de té de todos, pero parece ser la taza de té de muchas persona".
Para promocionar el aparato se constituyó hace algunos meses la organización The Last Resort, financiada con donaciones privadas y que defiende que su objetivo es humano y no ganar dinero con la cápsula, para cuyo uso ha señalado que cobraría 20 euros (lo que cuesta el nitrógeno líquido que se utiliza). Los planos del dispositivo podían ser descargados por internet, pero ahora esta entidad privada se enfrenta a consecuencias legales. Algunos cantones -incluido el de Schaffhausen- habían advertido que abrirían diligencias penales en caso de que la cápsula fuese usada en su territorio.
Florian Willet, copresidente de The Last Resort, habría sido la única persona presente en el suicidio de la mujer estadounidense; calificó la muerte de la mujer como "tranquila, rápida y digna". La muerte tuvo lugar al aire libre, bajo las copas de los árboles, en un bosque privado cerca de la frontera entre Suiza y Alemania, recogen los medios locales. Posteriorente, Willet fue arrestado junto a otras personas. Hay una gran controversia en el país de Europa Central.
El uso del nitrógeno en una cápsula no es compatible con la ley suiza sobre productos químicos. El país permite el suicidio asistido, pero lo diferencia de la eutanasia, cuya actividad está prohibida. El suicidio asistido, según explican, consiste en facilitar al paciente una substancia que éste ingerirá o se administrará por sus propios medios, sin intervención exterior, para poner fin a su vida. Para que proceda hay condiciones, como que la persona muestre capacidad de discernimiento, que su idea haya sido muy reflexionada y no producto de un impulso, que nadie ejerza una influencia indebida sobre ella y que sea evaluada por especialistas para confirmar que está aquejada de un grave sufrimiento.
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