La participación en el mercado laboral protege la salud mental ya que el empleo, más allá de los beneficios económicos, promueve la inclusión social, proporcionando estatus, identidad y facilitando las relaciones personales de manera que la tasa de trastornos del estado del ánimo de las personas que trabajan (5,7%) es la mitad que la de las desempleadas (11,5%) e inactivas (11,8%).
Esta es una de las principales conclusiones recogidas en el número 38 de 'Panorama Social', publicación editada por Funcas (el grupo de análisis de la Confederación de Cajas) que aborda en su última edición una variedad de cuestiones relacionadas con la salud mental, poniendo el foco en trastornos como la depresión y en el aumento del consumo de psicofármacos.
A la luz de los datos procedentes de varias encuestas nacionales, destacan el papel del empleo como protector de la salud mental, incluso para aquellos en posiciones bajas de la distribución de la renta. Estos resultados ponen en cuestión el argumento según el cual la desventaja económica se asocia inequívocamente con una peor salud mental.
Asimismo, los datos recogidos sugieren que las condiciones de trabajo influyen en la salud mental ya que los asalariados con contrato indefinido destacan por su menor tasa de trastornos mentales (12%), seguidos de aquellos que cuentan con contratos temporales (entre 14% y 15%, dependiendo de la duración de estos) así como los que declaran un trabajo atípico (17%). También entre quienes trabajan a tiempo parcial la tasa alcanza valores comparativamente altos (16%).
De acuerdo con el análisis, en España, los trabajadores que afrontan en mayor medida una elevada intensidad laboral y carecen de capacidad de decisión sobre los procesos de producción tienen una mayor probabilidad de sufrir patologías psicosomáticas (estrés, ansiedad, cansancio y problemas de sueño).
En cambio, las organizaciones que descentralizan la toma de decisiones y permiten a los trabajadores participar activamente en la elección de los métodos de trabajo, en la distribución de las tareas de su ocupación y en el devenir de la organización crean un entorno más favorable para la prolongación de la vida laboral. Esta cuestión adquiere particular importancia en un contexto de envejecimiento de la población y reducción de la población activa.
La mayor prevalencia de enfermedades mentales entre las mujeres se evidencia también en el artículo dsestacando que, en 2020, el 7,2 por ciento de las mujeres frente al 3,2 por ciento de los hombres manifestaba haber padecido depresión en el último año. Además, el 1,5 por ciento de las personas de 15 a 24 años, frente al 10 por ciento de las personas de 75 o más años, manifestaban padecer depresión.
Otros factores socio-estructurales relevantes son el nivel de educación y la clase social: en 2020, el 13,1 por ciento de las personas sin estudios, frente a 2,2 por ciento de las personas con estudios universitarios, admitía padecer depresión; y el mismo problema reconocía el 7,7 por ciento de las personas pertenecientes a la clase social más baja, frente a 2,8 por ciento de las personas de la clase social más alta.
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