Una de las luchas más habituales del ser humano moderno es la de soportar el paso del tiempo, lo que por supuesto incluye tratar de mantener el mismo aspecto, incluyendo el peso. Sin embargo la lucha por reducir o, incluso, por permanecer en la misma franja de peso es una batalla complicada, que necesita de mucha constancia y voluntad para acabar llegando a buen puerto. No es solo que cada vez parezca más complicado encontrar comida saludable y que no engorde, sino que se añaden un gran número de elementos que no acompañan.
Del aspecto clave que venimos a hablar en esta ocasión es de la polución y su compleja relación con nuestro peso. Ya sabemos que la exposición al aire contaminado de las ciudades es negativo en diversos aspectos, incluyendo enfermedades respiratorias sin ir más lejos, pero lo que se quizás no sabías es que respirar de forma continuada este aire podría hacerte ganar peso o hacer que no lo pierdas.
Durante los últimos años diversos estudios han arrojado que existe una relación entre los niveles de polución y el índice de masa corporal de los habitantes de estas zonas. El culpable de esto es la presencia de partículas en el aire, siendo las más finas las que consiguen alterar la función metabólica de nuestros cuerpos.
El problema parece ser que estos elementos irritan los alveolos pulmonares, los encargados de permitir al oxígeno pasar al flujo sanguíneo. Al ocurrir esto el revestimiento de los pulmones libera hormonas que hacen que la insulina sea menos eficaz, desviando la sangre del tejido muscular sensible a la insulina e impidiendo que el cuerpo regule adecuadamente sus niveles de azúcar en la sangre.
Por si esto no fuera suficiente, las partículas de polución parece que pueden hacer que en nuestra sangre haya unos niveles más altos de moléculas de inflamación, las llamadas citocinas, que hacen que el sistema inmune invada tejido sano.
Además se ha comprobado que este problema afecta a los individuos de todas las edades y orígenes, dependiendo únicamente de las partículas de polución que respiren. El ingrediente final de este explosivo cóctel es que también afecta a los procesos mentales que regulan el apetito, haciendo que sintamos hambre cuando realmente estamos saciados. Un estudio del U.S. National Institute of Environmental Health Sciences publicado en 2021, que siguió a 3,902,440 de sujetos de los años 2010 hasta 2018 así lo corrobora. De hecho, dicho estudio cifra en un aumento de hasta el 13.6% en el índice de masa corporal.
Se trata de un problema grave que afecta, y afectará a más de la mitad de la población de la tierra en unos años. En concreto Naciones Unidas afirma que para 2050, la polución y la calidad del aire será un problema para el 68% de los habitantes del planeta. Es, por tanto, una lucha a medio plazo en la que todos estamos en el mismo barco. Aunque su evolución depende de decisiones que van más allá de nosotros, sí que podemos empezar a hacer movimientos para tratar de mejorar nuestras condiciones de vida en este sentido.
Lo primero es monitorizar la calidad del aire, prestando atención a las partículas de polución PM 2.5. También es recomendable reducir el tráfico en las zonas más pobladas y evitar coger nuestros coches siempre que sea posible. Además, invertir en energías renovables puede ser otra forma de contribuir a medio y largo plazo en que la calidad del aire mejore respecto a lo que tenemos hoy en día.