La lucha contra el cáncer es una de las batallas más importantes que los seres humanos estamos afrontando como raza en los últimos tiempos. Se trata de una enfermedad agresiva, persistente e incómoda que, en mucho casos, es muy difícil de vencer. Por eso precisamente se están realizando constantes estudios para analizar el comportamiento de la misma, lo que le afecta y cómo podemos luchar contra este mal, ya que puede afectar a cualquier parte de nuestro cuerpo de manera silenciosa.
Todos estos elementos contribuyen a que aparezca la ansiedad y la depresión, ante la perspectiva de los tiempos difíciles que se avecinan para el enfermo, en su incipiente lucha contra el cáncer. Tanto es así, que casi parece que la enfermedad física y los males mentales que hemos citado vayan de la mano, haciendo que nos preguntemos si, de alguna manera, están relacionados, interactúan y se potencian entre sí. La ciencia ha estudiado esta relación y tiene una respuesta.
Un artículo publicado en la revista ‘Cancer’, una publicación revisada por expertos de la Sociedad Americana del Cáncer, ha arrojado luz sobre este tema, y la respuesta podría sorprender a más de uno. Tras encuestar a miles de personas de distintas nacionalidades, valorando aspectos médicos y personales de cada uno de ellos, haciendo especial hincapié en los sujetos que habían sufrido un acontecimiento tremendamente negativo y estresante durante los años previos a la aparición de la enfermedad. Tras analizar los datos, han llegado a la conclusión de que la depresión y la ansiedad no provocan cáncer.
La excepción que dicho estudio ha encontrado es referida a unos tipos concretos de cáncer, como son el caso del de pulmón, mama, boca, garganta, laringe, esófago, hígado, colon o recto. El detonante de esta relación no es la enfermedad mental, sino las acciones que las personas realizan cuando están afectados por ellas. Y es que por lo general sufrir depresión o ansiedad hace que los pacientes consuman mayores cantidades de tabaco y/o alcohol, si ya son consumidores, haciendo que los efectos nocivos de estas sustancias tengan un peso aún mayor en nuestro organismo. Por ejemplo, se cifra este aumento de riesgo en un 6% más de posibilidades de desarrollar cáncer de pulmón y cánceres relacionados con el tabaquismo en estos casos.
Más allá de los riesgos psicosociales relacionados - al uso del tabaco y el alcohol nos referimos -, no se han encontrado asociaciones estadísticas entre la depresión y la ansiedad con el cáncer, siendo además un punto en el que coinciden diferentes estudios internacionales, que han seguido a cientos de miles de pacientes con cáncer a lo largo de hasta 26 años de sus vidas en el caso de algunos de estos estudios.
En el otro lado de la balanza, hay hábitos y prácticas que nos ayudarán a evitar la aparición de esta nociva enfermedad, tal y como revelan diferentes estudios realizados. Se ha demostrado que el ejercicio físico regular reduce las posibilidades de aparición no solo del cáncer, sino también de otras enfermedades cardiovasculares. Entre los beneficios de realizar este tipo de actividades está la mejora de la respuesta al estrés, el aumento del metabolismo del riñón e hígado, mejora en el tono de venas y arterias, reducción del colesterol malo y aumento del bueno, mayor capacidad inmunitaria…
Tanto es así que entre las recomendaciones de la Asociación Española contra el Cáncer figuran recomendaciones tan claras como ‘No fume’ o ‘Lleve una vida físicamente activa’. Con todo esto podemos concluir que nuestro estado de ánimo no influye en la aparición del cáncer, pero los comportamientos asociados a ellos sí que podrían suponer un posible peligro si nos dejamos llevar. Al final, el autocontrol es la clave para intentar mantener una salud de hierro.