Gonzalo lleva saliendo con su novia siete años y medio y, durante este tiempo, han atravesado rachas difíciles y crisis de pareja que parecían no tener solución: vivir lejos durante la universidad, apoyarse mutuamente cuando no encontraban trabajo, lidiar con la soledad durante el confinamiento por coronavirus y mudarse juntos a una ciudad en la que no conocían a nadie. Ahora por fin están juntos y aunque todo parece ir bien, Gonzalo tiene una preocupación que ha compartido con Yasss.
“Ella ha empezado a conocer a gente en el trabajo y sale de fiesta y está súper bien. Tiene muchísima seguridad en ella misma y hace cosas que antes no hacía, tipo salir de fiesta o irse de viaje con sus amigas y amigos nuevos, o probar cosas nuevas. Y me alegro muchísimo, jamás le impediría ser feliz, pero ver que ha cambiado tanto me hace sentir a veces un poco inseguro. Me da miedo que se aburra conmigo o que piense que no soy suficiente, y que ahora que ha cambiado deje de quererme”, comparte el joven de 29 años.
La personalidad de una persona no es algo grabado sobre piedra. En otras palabras, puede cambiar fruto de las experiencias vitales, al igual que los gustos, las actitudes o la manera de relacionarse con los demás.
Por ejemplo, una persona muy tímida, puede soltarse cuando conoce a gente que le hace sentir a gusto y, poco a poco, puede comenzar a ser más abierta, a apuntarse a planes y a aprovechar cualquier ocasión para socializar. Esto significa dos cosas: que pasarás menos tiempo con tu pareja, pero que ella estará más feliz al poder disfrutar de su independencia.
En cambio, una persona que siempre ha sido muy sociable, puede echarse novio o novia y volverse más retraída cuando toda su vida gira alrededor de su relación. Al desarrollar dependencia emocional, interactuará solo con unas pocas personas y evitará cualquier situación social en la que no esté su pareja. Dejará de salir de fiesta, de ir de vacaciones con sus amigos o amigas, de quedar para tomar unas cañas con la gente de toda la vida… Y poco a poco, se volverá más tímida y solitaria.
Las dos situaciones reflejan un cambio y, objetivamente, todos somos conscientes de que en el segundo caso es para mal: la persona se aísla y se vuelve dependiente y triste poco a poco. Sin embargo, el primer caso asusta más cuando lo vives. ¿Por qué? Porque muchas personas ven la independencia de su pareja como una amenaza, es decir, como un problema que puede perjudicar a la relación al provocar distanciamiento.
Lo cierto es que la mayoría de parejas no rompen porque una de las partes cambie. Al contrario, rompen porque la otra parte no sabe aceptar el cambio e intenta aferrarse a la versión que conocía antes, cohibiendo a su pareja o incluso culpabilizándola por ser independiente.