En los últimos años, el concepto de ‘autoestima’ ha cobrado importancia y se ha convertido casi en un sinónimo de salud mental. Tienes que quererte a toda costa, como si el amor propio fuese un antídoto contra cualquier malestar.
Esto no es del todo cierto. Si bien la autoestima es un factor protector para nuestra salud mental, hay ciertas condiciones que deben cumplirse.
La primera y más importante es que la autoimagen sea realista y flexible. En otras palabras, que seamos capaces de disfrutar de nuestra identidad y de respetar aquellas cosas que no se pueden cambiar, pero que también seamos capaces de identificar las conductas que ni nos gustan ni nos vienen bien ni son sanas para quienes nos rodean. De lo contrario, corremos el riesgo de desarrollar una autoestima narcisista.
La autoestima narcisista es aquella que se construye sobre las siguientes creencias:
A partir de estas creencias, se crea una autoimagen muy polarizada.
Cuando las experiencias confirman tus creencias (porque otras personas te admiran con devoción, porque otras personas toleran que les faltes al respeto o porque te suceden cosas excepcionales de forma esporádica), se refuerza la sensación de grandiosidad.
Sin embargo, a veces las experiencias no son acordes a tus creencias (porque alguien no te hace caso en el trabajo, porque tu pareja se enfada cuando te pasas de la raya durante una discusión o porque te suceden cosas corrientes en tu rutina). Es entonces cuando aparece una sensación de fracaso.
Si bien la autoestima narcisista provoca ciertos episodios de subidón, a largo plazo es una bomba para tu salud mental.
El primer paso es identificar las creencias narcisistas de las que hablábamos en el primer apartado. En otras palabras, entender por qué actúas como actúas.
El segundo paso es ser consciente de las secuelas de la autoestima narcisista. ¿Te hace sentir en calma contigo mismo o te hace sufrir? ¿Te anima a cuidar de tus relaciones o las destroza poco a poco?
El tercer y último paso es aprender ciertas habilidades como la asertividad, la regulación emocional o la actitud de preferencia:
¿Cómo aprender estas habilidades? A veces, de manera autodidacta. Otras, es necesaria orientación psicológica. En cualquier caso, recuerda que pedir ayuda y mostrarte vulnerable no es un defecto, sino una forma de cuidarte y de cuidar de quienes te rodean.