La autoestima no es constante. Varía a lo largo de nuestra vida influenciada por las relaciones que tenemos, las experiencias que atravesamos, los traumas que arrastramos… Tanto lo bueno como lo malo construye la visión que tenemos de nosotros mismos, que es el autoconcepto, pero también la evaluación que hacemos del autoconcepto, que es la autoestima.
En otras palabras, el autoconcepto es neutral. Tú sabes que se te dan mal las matemáticas y bien la filosofía, por ejemplo. O que tienes el pelo negro y lacio, pecas en el rostro, la espalda ancha y los dedos de los pies cortos. También puedes ser consciente de que eres una persona muy empática, pero poco creativa. Otra cosa es el valor que le des a tus rasgos físicos y psicológicos. Es ahí donde entra en juego la autoestima, que sí tiene un valor positivo o negativo, y que varía dependiendo de lo que estamos evaluando.
Decir “yo tengo una baja autoestima” es muy reduccionista porque seguro que hay algo, por pequeño que sea, que te guste de tu personalidad, de tu inteligencia o de tu aspecto físico. El problema surge cuando la lista de cosas que odiamos de nosotros mismos es mucho más larga que las cosas que o bien nos resultan indiferentes o las cosas que amamos.
Con un autoconcepto muy pobre es muy difícil construir una autoestima sólida. Pero, ¿qué significa pobre? En términos coloquiales, que no tienes ni idea de cómo eres.
Esto es habitual cuando nos criamos en entornos muy autoritarios en los que nuestros padres nos impusieron una identidad en concreto, es decir, nos “obligaron” a ser como ellos querían que fuésemos. También es frecuente cuando tenemos relaciones abusivas o con mucha dependencia emocional. Nos volcamos tanto en complacer a la otra persona que acabamos olvidando lo que nos gusta, lo que se nos da bien y lo que nos define más allá de la relación.
¿El primer paso para mejorar la autoestima? Enriquecer nuestro autoconcepto, una tarea que lleva tiempo, pero que merece la pena.
Para lograrlo, intenta pararte a pensar en todo lo que te hace ser quien eres. Es decir, todos los rasgos psicológicos y físicos que describen tu identidad. Aquí no es cuestión de evaluarlos o decidir si te gustan o no esos rasgos, sino de ser consciente de ellos y también de su origen, es decir, de las experiencias que te han ayudado a construir tu identidad.
Una vez sepas quién eres, toca el siguiente paso: enfrentarte a tus inseguridades.
Un ejercicio que recomiendo como psicóloga es la exposición. Para entenderlo, déjame describirte un concepto: las conductas de evitación a la exposición corporal y social. ¿Qué narices es eso y por qué tiene un nombre tan largo?, te preguntarás.
Las conductas de evitación son aquellas que realizamos para evitar que los demás vean nuestras inseguridades o para ocultárnoslas a nosotros mismos. Por ejemplo, no querer salir en fotos, apagar la luz cuando tienes sexo con tu pareja, evitar mirarte en el espejo cuando sales de la ducha, callarte tus opiniones por miedo a que tus amigos piensen que eres tonto, dejar de lado hobbies porque no los haces a la perfección...
Estas conductas, como su propio nombre indica, nos hacen evitar mostrarnos tal y como somos (física y psicológicamente) y dan pie a una autoestima todavía más negativa. ¿Por qué? Porque nos hacen etiquetar nuestra personalidad, nuestra inteligencia o nuestro cuerpo como algo desagradable, con poco valor y que merece ser ocultado.
La clave para construir una autoestima sólida es, como ya imaginarás, exponernos a todas esas conductas. ¿Cómo? Párate a recordar todas las veces que has dicho “si tuviese una autoestima mejor, haría esto…”. Puedes anotar todas esas cosas como si de una lista se tratase, y después ordenarlas de más fácil a más difícil. Finalmente, comienza a realizarlas. A medida que vayas exponiéndote a estas conductas o retos, tu autoestima se fortalecerá.
Si esperas a tener mejor autoestima para empezar a hacer lo que te apetece y lo que te haría realmente feliz, nunca tendrás mejor autoestima. La clave es empezar a hacer lo que te apetece y lo que te haría realmente feliz para construir una autoestima sólida progresivamente. Sí, sé que suena a la típica frase motivacional que lees en una taza o en una agenda, pero es cierto, así que pruébalo. Exponte a todas esas conductas de evitación y fíjate en cómo cambia tu autoestima a medida que lo haces.
¡Truquito extra! Aléjate en la medida de lo posible de las personas que te hacen sentir que nunca eres suficiente. Da igual cuanto adelgaces, cuanto estudies, cuantas historias divertidas cuentes… Para esas personas, nunca serás suficientemente atractivo, inteligente ni gracioso, y eso es agotador. Bastante duro es luchar contra nuestras propias inseguridades como para tolerar a personas que destruyen nuestra autoestima.