Qué es la hipocondría y cuáles son sus secuelas psicológicas

Qué es la hipocondría y cuáles son sus secuelas psicológicas

¿Alguna vez te ha dolido la cabeza, has buscado en Google y te has agobiado pensando que sufrías cáncer? Ahora imagínate que esta situación se repite todos los días de tu vida.

Te duele la barriga, se te cae el pelo, manchas un poco más durante la menstruación, te pita un oído, te sale un eccema… Sea lo que sea, tu cabeza se pone en lo peor convenciéndote de que tienes una enfermedad grave, cuando en realidad sufres hipocondría.

Las señales de que sufres hipocondría

Todas las personas experimentamos respuestas físicas benignas o, en otras palabras, sensaciones en el cuerpo que suelen ser normales. Algunos ejemplos son el hipo, picores, moratones, agujetas, calambres, vista cansada, pinchazos por gases…

En otros casos, podemos experimentar sensaciones físicas ligadas a la ansiedad: palpitaciones, sudores, temblores, sensación de ahogo, náuseas, sensación de mareo, hormigueo…

Ante la duda, muchas personas dejan pasar algo de tiempo para ver si la sensación desaparece, o acuden a su médico para descartar cualquier causa grave. El problema surge cuando todo va bien, pero te obsesionas con la idea de que tienes una enfermedad. Esto es lo que se conoce como hipocondría, un problema psicológico que se caracteriza por:

  • Sientes una intensa preocupación o miedo a padecer una enfermedad.
  • A veces, estás convencido de que padeces una enfermedad.
  • Evitas ir al médico para que no te confirme la supuesta enfermedad.
  • Cuando vas al médico, solo sientes un alivio pasajero.

La hipocondría, ¿un síntoma de que algo va mal en tu vida?

A menudo, las personas que acuden a terapia por hipocondría sufren crisis vitales invisibles. Por ejemplo, una relación de pareja infeliz, una familia tóxica, problemas en el trabajo, falta de amigos, un duelo no resuelto, etc.

Estas crisis se ven como un problema irresoluble. La persona siente que no puede hacer nada para cambiar su situación, así que ignora todo lo que va mal en su vida.

Como la ansiedad o la tristeza no se pueden barrer bajo la alfombra eternamente, las emociones desagradables acaban saliendo en forma de síntomas físicos. Es entonces cuando se producen las conductas pseudotranquilizadoras: buscar información en Google, revisar compulsivamente tu cuerpo o rumiar una y otra vez pensamientos de enfermedad. Estas conductas, por supuesto, no tranquilizan, sino que retroalimentan la ansiedad.

Secuelas de la hipocondría

  • Conductas de enfermedad recurrentes: actúas como si estuvieses enfermo de verdad. Dejas de salir a la calle porque quieres descansar, te pasas el día entero en la cama o en el sofá, todas tus conversaciones giran alrededor de las enfermedades hipotéticas...
  • Somatizas tus emociones: al intentar reprimir emociones como la tristeza, la ansiedad o la ira, acaban apareciendo en forma de síntomas físicos.
  • Pérdida de reforzadores: dejas de lado actividades que antes te gustaban y a personas que antes te caían bien.
  • Minimizas tus problemas vitales: en vez de analizar las cosas que van en tu vida y que no te hacen feliz, centras toda tu energía en las sensaciones físicas y en los pensamientos de hipocondría.
  • Aumenta la probabilidad de sufrir problemas psicológicos adicionales: sobre todo ansiedad generalizada, fobia social o trastornos depresivos.

La clave para superar la hipocondría

No hay pastillas mágicas que alivien la hipocondría, pero si tratamientos psicológicos que ayudan a superarla.

La terapia impartida por un psicólogo es fundamental para aliviar los pensamientos de enfermedad y para tratar la ansiedad y la depresión que muchas veces los acompaña.

Durante este proceso, es importante:

  1. Confrontar los síntomas físicos en vez de evitarlos. Por ejemplo, yendo al médico si lo pospones una y otra vez.
  2. Aprender a convivir con sensaciones físicas desagradables pero benignas. Por ejemplo, relajarte cuando sientes un pinchazo tras comer porque tienes gases, en vez de pensar que te está dando un infarto.
  3. Racionalizar los pensamientos de hipocondría. El objetivo es identificar esos pensamientos automáticos que te convencen de que estás enfermo y vas a morir, sustituyéndolos poco a poco por otros más realistas.
  4. Mejorar la conciencia emocional. Esto significa entender tus emociones y, sobre todo, dejar de reprimirlas o evitarlas cuando son desagradables.
  5. Identificar las parcelas que van mal en tu vida y actuar sobre ellas. Como hemos visto, la hipocondría puede ser un disfraz de una crisis vital y si no la gestionamos, la ansiedad aparecerá de una forma u otra.

Todas estas tareas requieren de asesoramiento profesional. Si la hipocondría está afectando a tu salud mental o tus relaciones, pide orientación a un psicólogo.