¿Alguna vez te ha dolido la cabeza, has buscado en Google y te has agobiado pensando que sufrías cáncer? Ahora imagínate que esta situación se repite todos los días de tu vida.
Te duele la barriga, se te cae el pelo, manchas un poco más durante la menstruación, te pita un oído, te sale un eccema… Sea lo que sea, tu cabeza se pone en lo peor convenciéndote de que tienes una enfermedad grave, cuando en realidad sufres hipocondría.
Todas las personas experimentamos respuestas físicas benignas o, en otras palabras, sensaciones en el cuerpo que suelen ser normales. Algunos ejemplos son el hipo, picores, moratones, agujetas, calambres, vista cansada, pinchazos por gases…
En otros casos, podemos experimentar sensaciones físicas ligadas a la ansiedad: palpitaciones, sudores, temblores, sensación de ahogo, náuseas, sensación de mareo, hormigueo…
Ante la duda, muchas personas dejan pasar algo de tiempo para ver si la sensación desaparece, o acuden a su médico para descartar cualquier causa grave. El problema surge cuando todo va bien, pero te obsesionas con la idea de que tienes una enfermedad. Esto es lo que se conoce como hipocondría, un problema psicológico que se caracteriza por:
A menudo, las personas que acuden a terapia por hipocondría sufren crisis vitales invisibles. Por ejemplo, una relación de pareja infeliz, una familia tóxica, problemas en el trabajo, falta de amigos, un duelo no resuelto, etc.
Estas crisis se ven como un problema irresoluble. La persona siente que no puede hacer nada para cambiar su situación, así que ignora todo lo que va mal en su vida.
Como la ansiedad o la tristeza no se pueden barrer bajo la alfombra eternamente, las emociones desagradables acaban saliendo en forma de síntomas físicos. Es entonces cuando se producen las conductas pseudotranquilizadoras: buscar información en Google, revisar compulsivamente tu cuerpo o rumiar una y otra vez pensamientos de enfermedad. Estas conductas, por supuesto, no tranquilizan, sino que retroalimentan la ansiedad.
No hay pastillas mágicas que alivien la hipocondría, pero si tratamientos psicológicos que ayudan a superarla.
La terapia impartida por un psicólogo es fundamental para aliviar los pensamientos de enfermedad y para tratar la ansiedad y la depresión que muchas veces los acompaña.
Durante este proceso, es importante:
Todas estas tareas requieren de asesoramiento profesional. Si la hipocondría está afectando a tu salud mental o tus relaciones, pide orientación a un psicólogo.