Hay personas enamoradas de la novedad. Cambian de pareja, de grupo de amigos, de trabajo y de aficiones cada dos por tres porque se agobian ante la rutina y necesitan un soplo de aire fresco. En el extremo opuesto, son muchos los que se aferran a lo “malo conocido”.
Da igual que tengas una relación tremendamente tóxica, que ya no estés enamorado de tu pareja, que tus amigos te traten fatal, que sigas saliendo con las mismas personas del colegio y ya no tengáis nada en común. Da igual que tu trabajo esté mal pagado y tengas posibilidad de buscar algo mejor, da igual que lleves meses sin motivación. Da igual que tu vida no te guste, que todos los días sean igual de malos, que envidies a la gente que te rodea, que cada vez que te metas en Instagram acabes deprimiéndote. Nada de esto importa, porque te has acostumbrado a sobrevivir en tu rutina y prefieres soportar el día a día a enfrentarte a lo desconocido. ¿Te suena de algo esta descripción?
La palabra neofobia viene del latín néos, que significa nuevo, y fobos, que significa miedo, y se utiliza para describir una ansiedad ante las situaciones novedosas. En algunos casos, es un miedo muy leve y cuando rompes con la rutina, acabas disfrutando. En otros casos, la neofobia es tan grave que lleva a la persona a aferrarse a situaciones completamente traumáticas por miedo a lo desconocido.
Esto es lo que ocurre cuando tienes una relación de pareja que te hace infeliz o cuando tienes un trabajo que te provoca ansiedad, pero te da pavor cortar por lo sano. ¿La razón?
No tiene nada de malo sentirnos cómodos en nuestra zona de confort. El problema surge cuando:
La solución no es salir de la zona de confort a la fuerza, sino ampliarla poco a poco. Si te gusta la rutina, mantén una rutina, pero intenta incorporar pequeñas novedades que te hagan sentir a gusto.
El primer paso es averiguar qué quieres en tu vida. Piensa a pequeña escala: ¿Qué te gustaría que cambiase de tu relación de pareja de aquí a unos meses para sentirte más feliz? ¿Qué dinámicas te gustaría que cambiasen en tu grupo de amigos para que todos estuvieseis cómodos? ¿Cómo podría cambiar tu trabajo para que no te de ansiedad cada mañana antes de entrar? ¿Qué nuevas actividades podrías empezar a realizar en el plazo de un mes para sentirte más seguro de ti mismo?
Responder a estas preguntas te ayudará a identificar todas las pequeñas modificaciones que debes incluir a tu zona de confort. Recuerda que es mejor ir despacio o, en otras palabras, ponerte retos muy pequeños, pero asequibles, para que sí los puedas realizar y no te desanimes en el proceso. Por ejemplo, no es lo mismo decir “quiero hacer ejercicio” a decir “quiero caminar 6.000 pasos todos los días”. El primer objetivo es muy general, el segundo más concreto y viable.
Por otro lado, debes entender que la ansiedad es un trámite, no una mancha de tinta que puedas borrar. Lo que quiero decir es que cuando realices nuevas actividades, es inevitable sentir un ligero nerviosismo. Para afrontarlo, debes forzarte a hacer cosas nuevas siempre y cuando éstas sean buenas para ti, porque con el tiempo te sentirás menos ansioso. Si evitas la novedad, aliviarás la ansiedad a corto plazo, pero la mantendrás para siempre.
Finalmente, pide ayuda. Habla con tus amigos, con tu pareja o con tu familia para que entiendan cómo te sientes, y pide ayuda profesional a un psicólogo si no sabes cómo gestionar el miedo a la novedad.