Si alguna vez has pasado por el mal trago de someterte a una dieta para adelgazar, seguro que has comprobado -siempre que hayas llegado a la recta final- que los últimos kilos son siempre los más difíciles de perder. No es una cuestión de mala suerte ni de cansancio o agotamiento por tu parte: existe una explicación científica por la que esto ocurre, del mismo modo que también la hay para el hecho de que los primeros kilos sean siempre los más fáciles de perder. Toma nota de por qué es más difícil perder los últimos kilos en una dieta y qué hacer para cumplir tu meta y no rendirte antes de tiempo.
Casi siempre que pasamos por una dieta para adelgazar suele ocurrir que los últimos kilos se convierten en los más difíciles de perder. Ello ocurre independientemente de que nuestros hábitos siguen siendo los mismos, es decir, por muy estrictos que seamos en cuanto a la ingesta de alimentos y a la práctica de ejercicio, los resultados tardan más tiempo en aparecer, algo que nos puede llevar a obsesionarnos. ¿Por qué ocurre así?
Puede parecer que la mala suerte nos quiere jugar una mala pasada y ponérnoslo un poquito más difícil en la recta final, la realidad es que existe un motivo científico porque esto ocurre. Tal y como explica el investigador Nick Fuller, precisamente en los últimos cinco kilos son los más difíciles de perder, y esto se debe a que, cuando nos ponemos a dieta, se activan una serie de mecanismos fisiológicos para protegernos.
En concreto, nuestro cuerpo detecta que la ingesta de calorías está disminuyendo y por ello, tras un tiempo prudencial, decide tomar decisiones para ahorrar energía y aprovechar al máximo la que se le ofrece a través de las comidas. Es lo que se termina 'meseta' en el proceso de pérdida de peso. Entre otras cosas, cerrar en tiza el metabolismo, se reduce el uso de energía… y con ello adelgazamos cada vez más despacio.
Por si esto fuera poco, también aumenta la secreción de una hormona llamada grelina, que hace que nuestra sensación de hambre aumente y que almacenemos más reservas en forma de grasa. Ten encuenta también que, al perder peso, es probable que determinadas funciones de tu organismo requieran un menor gasto energético que antes, por lo que necesitarás actividad extra para quemar esas calorías no utilizadas.
Este proceso de ralentización no ocurre de inmediato: normalmente se manifiesta tras al menos tres meses a dieta incluso hasta los seis meses, convirtiéndose en todo un reto para las personas que aspiran a perder un gran número de kilos. Es en este momento en el que debemos realizar algunos ajustes para lograr alcanzar nuestro objetivo sin morir en el intento.
Por ejemplo, podemos concentrar en mayor medida la ingesta de calorías en el desayuno, dado que la energía que consumimos en ese momento es la que más fácilmente se quema y menos se acumula. Además, el ejercicio toma un especial protagonismo en esta fase: ten en cuenta que los ejercicios de fuerza aceleran el metabolismo, mientras que un enfoque basado únicamente en la dieta puede provocar la pérdida de músculo, que consigue el efecto contrario, ralentizándose aun más el metabolismo. Si realizas ejercicios de fuerza, nuestro cuerpo necesitará más energía para crear músculo.
Por último, no olvides tener en cuenta los peligros asociados a las llamadas dietas extremas, que son aquellas que te invitan a reducir drásticamente tu consumo de ciertos tipos de alimentos con el fin de perder peso rápidamente. No solo se trata de vías poco saludables para perder peso: además, se trata de fórmulas normalmente contraproducentes, ya que solo lograrás perder peso temporalmente para volver a recuperarlo (con creces) cuando vuelvas a tus pautas de alimentación habituales.
Entre otras cosas, es muy frecuente el temido 'efecto rebote' cuando nos sometemos a una dieta supuestamente milagrosa. Lógicamente, si reduces de forma drástica tu ingesta de calorías, adelgazarás, y mucho, pero cuando vuelvas a comer como siempre, recuperarás el peso perdido y, con toda probabilidad, ganarás un poco más. Y es que tu cuerpo estará desesperado por captar energía y almacenarla por si vuelve a producirse un episodio de privación. Esto tiene que ver con el hecho de que estarás jugando con tu metabolismo y alterándolo, algo que no necesariamente será para bien.
En general, una mala alimentación, con altibajos nutricionales y periodos de carencias, irá mellando poco a poco tu salud y te volverá más susceptible de sufrir todo tipo de enfermedades. Como alternativa, los nutricionistas coinciden en que tu objetivo debe ser mantener un peso saludable (no excesivamente bajo) gracias a una buena alimentación y al ejercicio regular. Evita la tentación de obtener resultados inmediatos y trabaja a largo plazo: cualquier momento es bueno para empezar.