En la familia también se dan dinámicas abusivas. Éstas se basan en la creencia de que los hijos son ‘propiedad’ y, en consecuencia, los padres pueden hacer lo que quieran con ellos. Por supuesto, esto es mentira. El respeto es bidireccional: para que los hijos respeten a sus padres, los padres deben respetar a su hijo. Además, a la hora de construir esta relación respetuosa, el maltrato nunca está justificado.
La gran pregunta es qué hacer cuando hay dinámicas abusivas y da igual lo que digas, lo que hagas y lo que sientas, porque nada cambia. Para Jorge M. T., de 27 años, la decisión fue alejarse y cortar lazos por completo.
Jorge tomó la decisión de cortar la relación con sus padres cuando se dio cuenta de que su salud mental estaba en juego. Después de una infancia y adolescencia repleta de maltrato psicológico, a los dieciocho años logró poner un poco de distancia, pero no fue suficiente. “A finales de 2020 decidí cortar lazos. Al principio dudé mucho, pensaba que me iba a arrepentir, pero hoy por hoy tengo claro que fue la mejor decisión que podía haber tomado”, comparte con Yasss.
“Era una violencia constante y un abandono físico y emocional”, recuerda Jorge. “Hace poco vi una entrevista de David Andújar a Inés Hernand en la que hablaba de esto mismo desde el humor y aunque yo no soy capaz de reírme de estas vivencias, sí que me identifiqué mucho con lo que contaba. He pasado las Navidades solo desde los nueve años, por eso diciembre es una época que no me gusta nada”. Sin embargo, lo peor según Jorge era el día a día. “Yo era un estorbo para mis padres y su forma de tratarme era ignorándome, pero cuando me hacían algo de caso, era para hacerme daño. Había bromas crueles, insultos, castigos desproporcionados, lavado de cerebro… Era brutal. Y por mucho que algún familiar intentase ayudarme, era muy complicado salir de ahí”.
Afortunadamente, Jorge logró poner fin a la violencia. “Irme de casa fue el primer paso, pero seguían haciéndome daño porque no solo condicionaban mi salud mental. Me afectaba a los estudios y al trabajo, porque en aquel momento compaginaba las dos cosas, a mi vida social, a mi relación con otros familiares como mi tía o mi abuela a las que adoro… Y ya con 25 años dije basta”, explica tajante pero tranquilo. “Ellos no han intentado recuperar el contacto y yo estoy mejor que nunca, aunque he necesitado terapia para poder superar las secuelas”.
Al preguntarle por estas secuelas, Jorge responde abiertamente. “El problema más llamativo por así decirlo era la ansiedad, pero descubrí que la base de esa ansiedad era una falta de autoestima total. Me sentía inseguro constantemente. Iba por la vida pidiendo perdón por todo, cediendo para complacer a cualquiera y no sabía poner límites porque nunca había aprendido lo que era normal y lo que no en una relación cercana. Mis padres no me enseñaron a ser querido y mi forma de querer era muy dependiente. Estaba en un punto en el que yo amaba incondicionalmente a cualquiera que me hiciese un poco de caso aunque luego me tratase como basura, porque eso es lo que había vivido desde pequeño con mis padres. Así que tuve que trabajar mi autoestima casi desde cero y también aprendí a poner límites. Sigo haciéndolo, pero todavía me queda trabajo. Al fin y al cabo, en dos años no puedo arreglar todos los destrozos de una vida en mi cabeza”.
Para concluir, Jorge lanza un mensaje a quienes están en una situación similar. “Mi historia es muy heavy, por eso yo quiero que quienes me lean no se comparen. No necesitas llegar a mi situación o a los extremos de la violencia para cortar la relación. Si tus padres o cualquier familiar hace daño de cualquier manera a tu salud mental, aléjate”, recomienda.
Si te sientes identificado con el testimonio de Jorge porque, independientemente de la gravedad de tu situación, tus padres dañan tu salud mental, mis recomendaciones son:
Finalmente y si lo necesitas, te recomiendo buscar orientación psicológica tanto para gestionar esta situación como para superar las secuelas. No tienes que pasar por esto solo o sola.