Estornudos, congestión, moqueo, picor de ojos, tos seca, dificultad para respirar... son los síntomas de la alergia, una patología cada vez más frecuente y extendida a cualquier época del año. "Yo empecé con alergia al polen de las gramíneas a los 17 años pero ya estoy con síntomas casi los doce meses", explica Eva García a NIUS. Ahora tiene 52 y a lo largo del tiempo ha ido cayendo presa de multitud de alérgenos.
"Es algo muy habitual", explica Juan José Zapata, presidente del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología (SEAIC), "porque el problema no es que se tenga, por ejemplo, sensibilidad a las gramíneas, el problema es que en tu genética existe la posibilidad de que seas alérgico y las condiciones actuales de nuestro entorno contribuyen a que seamos cada vez más alérgicos a más cosas".
"Solo un 10% de las personas alérgicas lo son a un polen. El resto de los más de ocho millones que sufren esta enfermedad se lo 'deben' a más de una planta, lo que al final hace que la alergia se convierta casi en crónica", detalla Zapata, que pone un ejemplo muy ilustrativo. "Piensa que en diciembre y enero poliniza la artemisa, en febrero y marzo, el ciprés, en abril empiezan las gramíneas, luego llega el olivo, después le sigue la salsola y está también la parietaria, que es una planta de todo el año, que está siempre ahí", explica. "El que tiene múltiples sensibilidades va encabalgando un polen con otro y eso le amarga la vida casi todo el año", explica. "Hay que desterrar la idea de que la alergia es algo asociado a la primavera".
"Además tenemos el problema de los ácaros, que están siempre, y el de los epitelios de los animales. Muchísimas personas tienen mascotas y las mascotas pueden incidir también en hacer un entorno inflamatorio que propicia ciertas reacciones de alergia. Nuestro ambiente se está complejizando y eso juega en contra de esta patología", recalca Zapata. "Cada vez hay más pacientes que son polisensibles a muchos alérgenos y que además son polialérgicos, quiere decir que no solamente tienen sensibilidad a esos alérgenos, sino que le están produciendo síntomas", destaca.
"El problema no es que tengamos que tomar antihistamínicos todo el año, porque no son medicamentos excesivamente peligrosos. El problema es que nos automedicamos. Como es una enfermedad en la que no suele haber sensación de gravedad pues la gente va a la farmacia y pide algo que le ayude a sobrellevarla, o se deja aconsejar por lo que le dice la portera, o un conocido o quien sea que le recomienda tomarse tal o cual antihistamínico que a ellos les ha funcionado. Y puede que mejore, pero eso no es un tratamiento ordenado de la enfermedad. Esa es una forma de salir un poco del paso, pero lo ideal es hacer un buen diagnóstico.
"De todas formas no es un fármaco que tenga muchos efectos secundarios. De hecho, los antihistamínicos de última generación prácticamente no producen sueño, que es un problema que tenían los primeros, sobre todo a la hora de ponernos al volante. Los antihistamínicos antiguos ya prácticamente se han eliminado y ya no los toma casi nadie. Se utilizan para vía hospitalaria solamente en determinados casos", detalla.
"Los medicamentos actuales contra la alergia se toleran bastante bien mantenidos en el tiempo. Y no solamente los antihistamínicos, sino también en el caso de que el paciente pudiera tener problemas respiratorios, hay muchos aerosoles que son muy seguros y que permiten tener muy buena calidad de vida a quienes padecen estas sensibilidades y la enfermedad asmática, pero para dar con el adecuado, insisto, es primordial acudir a un especialista", defiende Zapata.
""Lo importante es saber realmente cuál es el alérgeno al que tenemos sensibilidad, el que nos está produciendo los síntomas, para así ir a la causa y ponerle solución con una vacuna alergénica. Cuando los pacientes están bien diagnosticados y tratados con las vacunas adecuadas es obvio que van a necesitar tomar muchas menos pastillas, a veces ninguna", arguye el alergólogo.
"Para conseguir un buen diagnóstico yo recomiendo siempre a los pacientes que anoten las fechas en las que tienen los síntomas, porque tenemos una red de captadores de aerobiología que nos indican, casi a tiempo real, cuándo se están produciendo los picos de polinización", aclara. "Por tanto, si un paciente me dice que se pone fatal en diciembre, pues yo voy a saber casi categóricamente que es la artemisa la que le está produciendo los síntomas. En resumen, con estar atento a los síntomas que tenemos , llevándole esa información al especialista y haciéndonos las pruebas pertinentes es sencillo dar con un diagnóstico que nos ayude".
"Y lo mismo ocurre con los pacientes asmáticos. Si sabemos cuál es el alérgeno que te produce el asma vamos a poder luchar contra ello con una vacuna. Eso va a evitar que se abuse de los tratamientos de rescate, como pueden ser los broncodilatadores", cuenta. "Si cada vez que estás mal te das un 'puff' de ventolín no estás atajando la parte fundamental de la enfermedad, que es la inflamación, por tanto lo primero es hacer un buen diagnóstico con pruebas de alergia y respiratorias".
"En definitiva, aunque no pasa nada por tomar medicación, lo ideal es tratar la causa por medio de vacunas. No muchas enfermedades pueden presumir de tener una forma de curación tan buena como las alérgicas con las vacunas", insiste.
Las estadísticas apuntan a que entre el 20% y el 40% de la población mundial convive con algún tipo de alergia. La cosa tiene visos de empeorar incluso si, como prevé el Centro Europeo de la Fundación para la Investigación de las Alergias (ECARF), uno de cada dos bebés nacidos en Europa en estos momentos terminará desarrollando a lo largo de su vida una alergia.
¿Pero por qué sucede? "Se debe a un fallo de nuestro sistema inmunológico. Para ser más exactos, a una pérdida de la tolerancia a sustancias que, a diferencia de virus y bacterias, no son patógenos", explica Zapata. "A pesar de que no hay nada más natural e inofensivo que un grano polen, al organismo de un alérgico polínico le supone una grave agresión".
El sistema inmunológico está preparado para defenderse de microbios y bacterias, creando anticuerpos que eliminan la infección. En la actualidad, la excesiva higiene y el uso de vacunas y medicamentos hacen que nuestro sistema inmunitario cambie y sea más propenso a padecer alergias. "Es un problema emergente que nos va a dar muchos quebraderos de cabeza. El entorno está haciendo que nuestra epigenética, o sea, la capacidad que tenemos de adaptarnos al medio, nos esté colocando en un escenario mucho más alergénico y con muchas más posibilidades de que nuestros genes desarrollen alergia", indica el alergólogo.
"La contaminación, el cambio climático, el que vivamos en un entorno con muchas menos enfermedades infecciosas, todo esto hace que nuestro sistema inmunológico se vaya fijando en otros detalles del ambiente, como puede ser el que haya un polen, el que haya un ácaro o haya un epitelio de un animal al que se puedan sensibilizar".
"En Europa más de un 25% de la población tiene ya alergia y se presume que para la próxima década la cifra ascenderá al 50%. "Cada vez hay más personas alérgicas a más cosas. Se puede considerar la epidemia del siglo XXI y así la ha calificado la Organización Mundial de la Salud. Es una enfermedad que está creciendo muy deprisa. Está en alza y su impacto es enorme, tanto a nivel de afectados como del gasto que produce en nuestros sistemas de salud", indica Zapata.
"Si la temperatura media está aumentando eso tiene un efecto inmediato en las estaciones de polen, que empiezan antes y acaban cada vez más tarde", dice el experto. "Estamos en noviembre pero parece abril. Las plantas piensan que están en primavera y se comportan como tal. Se está ensanchando el periodo de polinización de muchísimas plantas y eso tiene un efecto directo en el aumento de la alergia".
La contaminación es otro factor que está haciendo incrementar las alergias. Daña el suelo, afecta a las semillas que germinan, a las raíces de las plantas, y a sus frutos comestibles. También a los herbívoros que las comen, y que luego nos comemos nosotros. ¡Arrojamos cantidades inmensas de productos tóxicos a la tierra y mares que nos sustentan y luego pretendemos estar sanos!
"No es fácil", reconoce Zapata. "Es una enfermedad social que evoluciona a la vez que evoluciona nuestra forma de vida. Por tanto, podemos minimizarla mediante un buen diagnóstico o un buen tratamiento y haciendo un control del ambiente, el que nos aconseje el alergólogo en cada caso, dependiendo el problema que tengamos".
"Si por ejemplo tenemos sensibilidad a un hongo y nuestra casa tiene humedades habrá que controlar la humedad, hacer una limpieza exhaustiva, si es a los ácaros habrá que bajar el número de alfombras o ventilar más la casa para evitar que se acumule el polvo, si es a los pólenes habrá que alejarse de las zonas donde haya mucha vegetación en épocas de máxima polinización... El control del clima ya no está tanto en nuestras manos. Sí en las de nuestros gobernantes para paliar el cambio climático", recalca.
El futuro de las alergias es negro y la forma de enfrentarnos a ello es a través de la inmunoterapia y de los diagnósticos, que cada día son mejores. Hay que enfrentarse a la realidad. Tener alergia es cada vez más inevitable, pero no hay que olvidar que podemos controlarla con los medios que la ciencia nos está poniendo a nuestra disposición. No los desaprovechemos", concluye Juan José Zapata.