Rocío no tiene palabras para describir la sensación de rabia e impotencia que lleva por dentro. El pasado 3 de noviembre, su madre de 70 años fallecía en un hospital privado de Sevilla por un cáncer metastásico de colon perforado. Una enfermedad que, a pesar de los síntomas durante años, no le había sido diagnosticada. El motivo, según su hija, “el recurrente pretexto de que era paciente de salud mental”.
María de los Ángeles llegaba al centro moribunda, deshidratada, con delirios y sin apenas voz. Desde principios de agosto, sus insufribles dolores se habían intensificado y la mantenían postrada en la cama. “Pedía ayuda a gritos, chorreaba en sudor, temblaba”, recuerda su hija. Tampoco podía comer y había perdido más de 20 kilos en apenas un mes.
Pero el peregrinaje por más de cinco hospitales de la sanidad publica y privada y decenas de visitas a diferentes especialialistas, no le sirvieron para nada. Analgésico y para casa. “Llegó a intentar quitarse la vida del dolor tan incapacitante que sufría”, lamenta su hija.
Rocío no puede olvidar cómo, en más de una ocasión, mirándola a los ojos, los médicos le han dicho que su madre lo hacía para llamar la atención y que exageraba. “Y mientras ella llorando y tirada en un pasillo de Urgencias con un cáncer indescriptiblemente doloroso que la estaba devorando”, lamenta.
Su familia nunca dudó de ella. “Rotundamente, la conozco y sabía que le pasaba algo”, insiste, pero el tesón por dar con la causa no ha evitado que su madre haya agonizado durante años sin ser atendida. “Ha sufrido un trato denigrante y vejatorio con un falso diagnóstico de demencia al que se aferraban cuando gritaba de dolor pidiendo auxilio”. Una hipótesis que, sin embargo, tampoco le sirvió para que fuera considerada paciente de extrema prioridad en Salud Mental.
“Mi madre no ha podido luchar. No la han dejado pelear contra el cáncer”, repite su hija. Cuando el diagnóstico llegó, la metástasis ya le había provocado un fallo multiorgánico. “En la primera analítica aparecieron los marcadores tumorales muy altos. En el primer tac craneal: manchas metastásicas en el cerebro; en el tac de abdomen: cáncer metastásico de colon perforado. Había sufrido un infarto del que ni siquiera se había quejado”, lamenta.
El fallo renal provocado por la metástasis le produjo una encefalopatía urémica que le distorsionó en sus últimos días la percepción y capacidad de expresarse o relacionarse. “La han humillado y vejado, aferrándose a la denostada e ignorada baza de la salud mental. Le arrancaron su dignidad”, critica su hija.
A Rocío solo le queda el consuelo de que en sus últimas horas, recobró la lucidez y pudo despedirse de ella. “Era otra vez mi madre. Me decía que me quería muchísimo, que quería venirse a casa conmigo. Nos besamos y nos abrazamos”, relata entre lágrimas. Tras meses de calvario, María de los Ángeles moría aferrada a la mano de su hija. “Ella lo sabía desde el principio. Me decía: tengo un cáncer, ya lo verás”. Pero nadie quiso creerla.
Ahora, su hija quiere hacer público el caso y denunciar la indefensión que han sufrido. “A mi madre no la han dejado luchar. Yo lo voy a hacer por ella y por su dignidad”, señala. Si esto sirve para que un solo paciente de salud mental sea escuchado, dice, se dará por satisfecha. El derecho de su madre a recibir cuidados que paliaran su dolor ya no podrá recuperarlo. A ella tampoco.