Raquel tiene 29 años y una situación familiar complicada. “Hay mucha manipulación en mi familia, utilizan el chantaje emocional para todo. Cuando era pequeña cedía, pero desde hace unos años no. Fui a terapia porque tenía la autoestima fatal, era muy insegura, y aprendí a poner límites con todo el mundo, pero con mis padres me cuesta. No quiero pasar tiempo con mi familia y me siento culpable por eso. A veces digo que sí a planes solo para que no se sientan mal o se enfaden, pero cuando voy es siempre la misma historia. Pullitas, comparaciones, victimismo, insultos… Ya me cansa y no sé qué hacer”, comparte con el consultorio de psicología de Yasss.
Tenemos muy metido en la cabeza que hay que aguantar todo lo que nos haga nuestra familia sin enfadarnos ni cortar el contacto solo porque nos unen los genes, y no. A veces tus padres te van a hacer daño a propósito y no “por tu bien”, como siempre se dice. A veces la relación con tu hermano/a va a ser tormentosa a más no poder. A veces tu abuela/a hundirá tu autoestima alejándose de ese estereotipo de persona mayor dulce y cariñosa.
¿Y qué podemos hacer cuando esto ocurre? Tomar distancia y aceptar que el problema no es que detestes a tu familia, sino que ésta hunda tu salud mental.
¿Qué tienen en común las familias tóxicas?
En una relación familiar tóxica suelen cumplirse tres características:
Abuso psicológico en el pasado. Por ejemplo, cuando tus padres se enfadaban, notabas a ambos fríos contigo (aunque la bronca fuese entre ellos). Te castigaban con el silencio y una y otra vez preguntabas si pasaba algo, pero lo negaban. Después, cuando se les pasaba, volvían a actuar como si nada y tú te sentías culpable, engañado/a y confuso/a.
Manipulación en el presente. Aunque ya no vives en casa y afortunadamente no tienes que soportar el abuso psicológico, sí que siguen manipulándote emocionalmente cuando os veis. Cada vez que vuelves a casa es como si te quitasen toda tu energía mental de golpe.
Invalidación emocional recurrente. Cuando muestras tus emociones, expresas que algo te ha sentado mal o simplemente te abres delante de tu familia, tiran por tierra todo lo que tú sientes. ¿Cuántas veces te han llamado egoísta o te han dicho que exageras y que te encanta el drama? ¿Cuántas veces han repetido que lo tuyo “no es para tanto”? ¿Cuántas veces te han interrumpido para contar sus problemas cuando tú estabas compartiendo los tuyos? Eso es invalidación emocional.
Aprender a poner límites sin sentirte culpable: Mejorar la asertividad
La asertividad es una habilidad social que podemos aprender y que nos permite poner límites, comunicar nuestras emociones y respetar nuestras necesidades (sin pisar las de los demás).
En un mundo ideal, con asertividad podríamos mejorar cualquier relación. El problema es que en la vida real hay personas que reaccionan fatal cuando empezamos a poner límites: las mismas que se aprovechaban cuando eras incapaz de ponerlos. Por ejemplo, si siempre has dicho que sí a cualquier petición de tus padres y has empezado a decir que no, pueden enfadarse, chantajearte emocionalmente y hacerte sentir culpable, aunque no estés haciendo nada malo.
¿Qué podemos hacer? Introducir la asertividad poco a poco y, si lo necesitas, utilizar alguna excusa (pero solo al principio como una transición a la asertividad). Por ejemplo, en vez de decir “no quiero comer con vosotros el domingo porque eso supondría dañar mi salud mental”, puedes decir “no puedo comer con vosotros el domingo porque tengo trabajo pendiente”. El objetivo es que se acostumbren a que tú tienes tu vida, tu tiempo y tus planes. Cuando se acostumbre, empieza a rechazar planes de forma asertiva.
¡Ojo! Las excusas son una herramienta pasivoagresiva excepcional. No las utilices en todas tus relaciones para evitar el conflicto. Es normal recurrir a ellas cuando no te dejan otra opción (que es lo que ocurre cuando tu familia se enfada cada vez que pones límites). Sin embargo, en relaciones sanas (por ejemplo, con tus amigos o con tu pareja) tienes que acostumbrarte a reaccionar con sinceridad y seguridad.
Por otro lado, si tu familia siempre se enfada injustamente, también conviene aprender a gestionar esa sensación de culpa entendiendo que: tú has actuado como debías, su enfado no va a durar siempre y cada vez reaccionaran mejor si sigues poniendo límites. Ceder para contentarles no es una opción.
Cómo mejorar tu salud mental cuando tu familia te la quita
Toma distancia emocional o física. Intenta ignorar sus ataques como si no fuesen contigo y si no puedes, pasa menos tiempo con ellos.
Ajusta tus expectativas. A todos nos gustaría que nuestra familia fuese empática, comprensiva y divertida. El problema es que nos aferramos tanto a ese deseo que olvidamos lo que hay en casa. Es necesario entender cómo es tu familia de verdad y cuáles son los comportamientos dañinos que si bien pueden cambiar algún día, ahora son parte de su dinámica habitual.
No le pidas a tu familia un apoyo que no te puede dar. Cada relación de nuestra vida puede darnos un tipo de apoyo. Hay personas con las que podemos abrirnos emocionalmente sin que nos juzguen lo más mínimo. Otras personas te acompañarían al hospital a las dos de la mañana si lo necesitases. También habrá personas que te ayudarán a montar muebles, hacer una mudanza y limpiar la casa sin rechistar. Analiza qué tipo de apoyo encontrarás en tu hogar y, hasta que las cosas no cambien, no le pidas otro.
Acepta la ambivalencia. Generalmente, nuestra familia no es tóxica las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Hay momentos buenos y esto da pie a una ambivalencia, ya que a veces les detestas y a veces los adoras. La ambivalencia a su vez da pie a la culpabilidad: “Si a veces se portan bien, ¿por qué les odio tanto ahora mismo?”, piensas. Es normal sentirte así porque las relaciones familiares pueden ser muy complejas.
Acude a terapia psicológica. Si tu familia está deteriorando tu salud mental y no sabes cómo poner límites, habla con un psicólogo para que analice a fondo tu situación y te ofrezca pautas específicas.