El ictus supone la segunda causa de muerte en España y la primera en mujeres fundamentalmente porque cada vez vivimos más. En el Día Mundial del Ictus hay que recordar que cada año más de 110.000 personas en España sufren esta enfermedad, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Alberto de 55 años llegó al hospital de La Paz, en Madrid con la carótida obstruida hace seis meses y su vuelta a la cotidianidad tras el ictus la define así: "Es como parar un motor y después volver a echarlo a andar".
"Estaba tranquilamente viendo la tele en el sofá y me caí de repente", nos cuenta este informático, que vio cómo su vida cambiaba de un día al otro sin previo aviso. Es cierto que fumaba y tenía el colesterol un poco alto, pero tampoco era excesivo.
Esa noche recuerda que ya en el suelo "estaba consciente, pero no podía ni hablar ni moverme. Mi mujer me hablaba me preguntaba y no podía responderle." Es curioso, estaba sorprendido por la reacción tan alarmada de mi mujer. Alberto dice que intentaba levantarse, pero no podía, ni siquiera girarse. "Vi llegar a los sanitarios, la ambulancia, pero ya después era de forma intermitente".
Alberto llegó con una carótida obstruida al hospital de La Paz, en Madrid, donde lo operaron, pero horas después "se me volvió a cerrar la vena y me trasladaron al Clínico, que estaba de Guardia el médico de ictus. Allí me pusieron un stent en la vena carótida." Reconoce que tuvo mucha suerte.
En España, el ictus es la primera causa de discapacidad tanto en hombres como en mujeres: más de 350.000 personas presentan alguna limitación en su capacidad funcional como consecuencia de esta enfermedad.
Alberto es uno de ellos, aunque la rapidez con que fue asistido y atendido ha provocado que sus secuelas sean menos graves, porque , esta "es una emergencia tiempo dependiente, cuanto menos tiempo tardemos en actuar se salvan vidas y quedan menos secuelas, porque cada minuto cuenta", según explica la enfermera María Rosa Herrero Roldán, con más de 20 años en la Unidad de ictus. del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid.
Alberto salió del hospital con afectaciones en el habla, "me trababa con determinadas palabras y tenía problemas con temas de equilibrio, en la rapidez y la coordinación de movimientos, todo en la parte derecha."
Empezó la rehabilitación y casi dos meses después tenía ganas de volver a su trabajo, pero -reconoce- que no era realista. "Por suerte los médicos me convencieron de que no lo hiciera, porque "poco a poco te vas dando cuenta que no estás igual, te molesta la luz, no te apetece hablar con nadie, te molesta el ruido; si alguien venía a verme no me apetecía hablar y me cansaba mucho".
Esto es "como parar un motor y después volver a echarlo a andar. Tienes que hacerlo poco a poco". ¿De la vida después del ictus?: "Antes era un poco bestia haciendo las cosas y ya no es igual. Hay cierta limitación, pero hay que vivir con eso."
A José Antonio el ictus lo sorprendió poco después de levantarse una mañana como otra cualquiera, hace ocho meses. Su pareja se despertó al escuchar su caída. Así que sin perder tiempo llamó al 112. Ella no sabía que era un ictus, pero sí que era grave.
A sus 66 años es un excelente deportista, de kilómetros de senderismo a diario y natación tres veces por semana. No fuma, ni bebe, ni tiene sobrepeso, si acaso, algo de colesterol, el único factor de riesgo reconocido entre los que puede provocar un ictus.
José Antonio, forma parte de "esos casos anecdóticos" que dice la especialista Susana Arias, del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, de menos del 3% del total de los ictus que se repiten en miembros de padres a hijos, porque "aunque el ictus no es hereditario" sí puede haber patologías o malformaciones en las arterias que tiene un patrón genético.
Este pedagogo salió del hospital andando, con cierta dificultad en una pierna y la coordinación de un brazo. Tras una vertiginosa rehabilitación, que comenzó dos días después del ictus, ya ha comenzado a nadar, conduce y tiene una vida bastante normalizada.
Sin embargo, recuerda ese día después del ictus cuando abrió los ojos en un hospital y lo primero que pensó fue que había "perdido cosas muy importantes, que forman parte de tu identidad personal", porque un ictus, aparte de la explicación médica de que es la interrupción del paso de la sangre en alguna zona del cerebro, es sobre todo un golpe, que es lo que significa la palabra en latín. Más bien, un mazazo, pero de los gordos.
José Antonio habla de "sensaciones que tienen mucho de confusión, por el desconocimiento inmediato de lo ocurrido, pero con la sospecha y el temor de que el devenir de los días va a venir acompañado de noticias desagradables."
Su evolución ha ido paso a paso a más, después de esos primeros meses de pensar en que "muchas ilusiones y alegrías asociadas a mi anterior carácter" se las había llevado el ictus. Ahora, es más optimista ante la posibilidad y las "oportunidades de recuperarlas". Es consciente de que "las capacidades y habilidades que formaban parte de tu competencia física y mental se han visto mermadas".
La neuróloga, Susana Arias, vocal del SEN, asegura que el proceso de la recuperación después de un ictus comienza casi inmediatamente después de que ocurra y puede durar 3, 6, 12 meses y hasta dos años, en los que se pueden rehabilitar capacidades afectadas, según la zona del cerebro afectada.
Sin embargo, es optimista y quiere transmitir que "hay luz al final del túnel", asegura. "Hay que volver a aprender a andar, a vestirse, a hablar, a tragar, pero hay vida después de un ictus" .