Nadie se imagina poniéndole los cuernos a su pareja cuando empieza una relación, pero es algo que sucede en más ocasiones de las que nos gustaría reconocer. Concretamente, un 42% de los hombres y un 31% de las mujeres españolas han sido infieles alguna vez en su vida según un reciente estudio realizado por la aplicación de citas extraconyugales Gleeden.
Es una cifra demasiado alta como para pensar que las infidelidades son un suceso excepcional, pero seguimos aferrándonos a la creencia de “yo nunca lo haría”. Pensamos que, para ser infieles, tendríamos que perder por completo el control. Sin embargo, las infidelidades no son un acto tan impulsivo como nos gusta pensar. Da igual que culpes a los dos chupitos de más, a que pasabas una mala racha o a que creías que no era tan grave: incluso en los ‘deslices’ más espontáneos, seguimos siendo humanos con capacidad de raciocinio.
En otras palabras, la infidelidad es una decisión consciente, aunque a veces no la meditamos tanto como deberíamos. Por eso conviene hacernos cinco preguntas antes de tomar la decisión de poner los cuernos a la pareja.
Hay ciertas conductas que parecen una infidelidad muy obvia: las que implican un contacto físico. Sin embargo, cada relación tiene unos acuerdos y, a veces, duele más una infidelidad ‘emocional’ que un beso o una noche de sexo.
Imagínate que llevas hablando con una persona un mes. Lo primero que haces al despertarte es darle los buenos días. Habláis durante horas, te escondes para que tu pareja no se entere y aunque no decís nada “fuera de lugar”, tú sabes que hay una conexión y que estás sintiendo cosas. Eso sí, no hay sexting y cuando os habéis visto en persona nunca habéis cruzado el límite de lo físico. ¿Significa eso que todo va bien?
La respuesta no la tengo yo, sino tu pareja y tú. Si habéis hablado en algún momento de lo que es una infidelidad y de lo que no, ten en mente esos límites. Si nunca lo habéis hablado, ahora es un buen momento. Y si te parece que los límites que en su día creasteis son muy estrictos, volved a tener esa conversación por muy incómoda que sea.
En otras palabras, ¿por qué quieres ser infiel? No vamos a caer en el mito de “si pones los cuernos es porque ya no quieres a tu pareja”, porque los seres humanos somos muy complejos como para reducir las infidelidades a la falta de amor.
Probablemente hay muchos motivos para tomar la decisión de ser infiel: te sientes desatendido/a, tu pareja hizo lo mismo en el pasado y quieres castigarle con la misma moneda, echas de menos la fase de enamoramiento inicial, te gusta el tonteo, has conocido a alguien con quien conectas mucho más que con tu pareja, la relación es tan tóxica que no se te ocurre otra forma de ponerle fin, etc. Algunos motivos son más irracionales que otros, pero eso no significa que debas desoírlos.
Plantéate las carencias que hay en tu relación de pareja y, sobre todo, si se pueden solucionar sin cuernos de por medio.
A veces desarrollarás un vínculo muy intenso con la otra persona, pero es importante que te preguntes hasta qué punto esta conexión es fruto de la novedad. También viene bien analizar qué es lo que te gusta de esa persona, qué es lo que quieres con ella en el futuro (quizá solo sexo o algo más) y si, tanto si sale bien como si sale mal, compensa romper lo que ahora mismo tienes con tu pareja.
Por otro lado, es muy frecuente repetir patrones dañinos. Veamos un ejemplo sacado de ‘La Isla de las Tentaciones’. Muchas chicas detestan que sus novios sean “poco comunicativos”, pero a la hora de escoger a un tentador, van a por aquellos que son idénticos a sus parejas. Cuando le preguntan por qué han elegido a ese chico y no a otro, argumentan que son “fríos y misteriosos” o que “dicen poco, pero con la mirada hablan”.
Escogemos las mismas dinámicas tóxicas que odiamos porque hemos aprendido a desenvolvernos en ellas. Lo ideal es romper con esos patrones y buscar algo diferente, pero implica aprender a actuar en contextos diferentes.
No confundamos esta pregunta con “¿Qué pasaría si mi pareja se entera?”.
Párate a pensar qué es lo que quieres tú ahora mismo, si realmente te sientes a gusto en la relación o si lo que tu salud mental te pide es un tiempo de soltería para cuidar tu autoestima, descubrir qué es lo que realmente te hace feliz, cuáles son los aspectos que van mal en tu relación y cómo evitar las dinámicas de la relación que te hacen daño.
En este punto viene bien reevaluar si la monogamia es lo que a tu pareja y a ti os hace felices. Hay muchas personas que no están a gusto en una relación con exclusividad y deciden abrirla o practicar el poliamor. Evidentemente, esta decisión requiere de muchas charlas serias y sinceras, pero las relaciones no son blanco o negro: “o solo estoy con mi pareja o le estoy poniendo los cuernos”. Construid una relación a vuestra medida y mientras ambos estéis a gusto, ignorad las opiniones ajenas.
Tanto tú como tu pareja sois responsables de las dinámicas tóxicas que había en la relación, pero la infidelidad es responsabilidad de quien la comete. No es de tu pareja por “tenerte a dos velas” o “no hacerte caso”. Tampoco de la otra persona por “tentarte y comerte la cabeza”. Ni si quiera de tus amigos por “animarte a poner los cuernos”. Quien toma la decisión eres tú y esa responsabilidad es algo que conviene asumir.
Ojo, una cosa es responsabilizarnos y otra culpabilizarnos. La responsabilidad nos permite reaccionar ante un error, la culpabilidad nos lleva a victimizarnos e incluso tolerar faltas de respeto. La responsabilidad sitúa el problema en la conducta (“está mal poner los cuernos”), la culpabilidad sitúa el problema en uno mismo (“yo soy mala persona”). La responsabilidad permite que aprendamos, la culpabilidad nos hace sentir que no podemos hacer nada para evitar que vuelva a ocurrir.