Gestionar una infidelidad no es fácil. Algunas personas son capaces de superar esta situación e incluso fortalecer la relación, y otras prefieren cortar por lo sano. Ambas opciones son respetables, implicando por igual un proceso de reflexión, comunicación y gestión emocional muy duro.
En primer lugar, debemos tener claro qué es una infidelidad y qué no. Pero esta pregunta no se puede responder sin conocer bien el contexto de una pareja.
Hay tantas relaciones como personas y, lo que para algunos es descabellado, para otros es totalmente saludable a nivel emocional. Por lo tanto, no es lo mismo una infidelidad para una pareja monógama que para una relación poliamorosa o abierta.
También entra en juego la importancia diferencial de lo físico y lo emocional. Hay quienes consideran infidelidad tener sexo, pero no tontear o sentir interés romántico por otras personas siempre y cuando no desemboque en algo físico. Otras personas pueden perdonar un desliz sexual, pero no una relación afectiva con una tercera persona.
Por eso a la hora de etiquetar una conducta como ‘infidelidad o no’, solo podemos basarnos en las reglas que hemos elaborado con nuestra pareja de manera consensuada.
En el caso de Sandra, una joven de 19 años, la infidelidad fue en el plano sentimental. “Mi ex me puso los cuernos con una amiga y estoy pasándolo fatal”, confiesa. “Siempre le daba los buenos días y las buenas noches, y se pasaban el día hablando. Estaba celosa, pero también soy de las que piensan que una mujer y un hombre pueden ser amigos. Yo a mis amigas les doy los buenos días y hablo con ellas un montón. ¿Por qué mi novio no iba a poder hacer lo mismo con una amiga?”, reflexiona.
Un mensaje equivocado hizo sospechar a Sandra. “Me envió un mensaje llamándome cariño. Para muchos será una bobada, pero nunca me llamaba así”, afirma. “Al final me enteré de que llevaba mes y medio tonteando con ella, diciéndole que sentía cosas pero que no quería dejarme, que estaba muy confundido y que no ya no sentía lo mismo por mí”.
“Hubiese preferido que echase un polvo de una noche con una desconocida a esto”, relata la joven. “Al final le dejé, pero me costó mucho. Mi autoestima está fatal desde entonces”.
Esta decisión es muy personal y nadie puede tomarla por ti. Algunas personas son capaces de perdonar y seguir adelante, y otras ven la confianza tan deteriorada que consideran más sano romper.
Si no dejas a tu pareja, tienes que tener claro que será necesaria mucha comunicación y pocos reproches. Perdonar implica no echarle en cara cada dos por tres lo que sucedió.
Si por el contrario decides dejarlo, tendrás que gestionar el duelo psicológico de la ruptura y el malestar emocional de una infidelidad. No es fácil, pero puedes hacerlo.
Buscarás mil razones para entender la infidelidad, y llegará un punto en el que te autoculparás. “Debería haberme esforzado más en la cama”, “tendría que haber sido más romántico”, “engordé y le dejé de gustar”... ¡Suficiente!
Por muchas vuelta que le des, no vas a entender el motivo de la infidelidad. Quizá llevaba tiempo pensándolo y creía que nunca te enterarías. Puede no quererte más o seguir enamorado o a lo mejor pensaba que así mejoraría vuestra relación.
Ambos tenéis culpa en los problemas de la relación, pero la responsabilidad de una infidelidad recae únicamente en quien engaña. Los problemas de pareja se deben solucionar mediante comunicación, no con mentiras.
Durante un tiempo, dedícate a hacer cosas que te hagan sentir bien contigo mismo. Date caprichos, escucha tu cuerpo y tu mente, pasa más tiempo con tiempo con tus amigos, visita a tu familia, haz deporte y descubre nuevos 'hobbies'.
Lo más importante es que aprendas a valorar tu vida más allá de tu relación de pareja. Aunque hayamos crecido con la idea de que todos tenemos una media naranja y estamos incompletos sin pareja, el amor romántico no lo es todo. Eres independiente, válido y no necesitas novio o novia para sentirte realizado.
Aunque ahora mismo sientas que este dolor va a durar siempre, no va a ser así: algunas personas superan el dolor de una infidelidad en cuestión de semanas, otras tardan meses y un pequeño porcentaje necesita años, siendo recomendable en estos casos la terapia psicológica para manejar el dolor.
También es importante entender y aceptar nuestro dolor. Las emociones que experimentamos durante una ruptura no son agradables, pero también forman parte de nuestra vida. Tristeza, ira, decepción, miedo… Todas ellas cumplen una función, y minimizarlas o negarlas solo cronificará el malestar.
Si estas emociones se vuelven incontrolables o desproporcionadas, lo ideal es pedir ayuda profesional. Lo mismo sucede cuando afectan a diferentes parcelas de nuestra vida. Por ejemplo, impidiéndonos trabajar, afectando a los estudios, perjudicando nuestra vida social o provocando conductas de riesgo como beber descontroladamente.