Hay un sinfín de mitos alrededor de la infidelidad como «si es infiel una vez, lo será otra», o «si es infiel, es que no te quería» o «si tu relación surge de una infidelidad, seguramente acabe igual». Estas creencias están muy arraigadas en la sociedad, pero si las analizamos desde la Psicología y no desde el rencor, las malas experiencias o la “ciencia de la calle”, nos daremos cuenta de que son falsas.
Las infidelidades están mal, eso es un hecho. Ni se pueden justificar, ni se pueden idealizar. Son una ruptura de la confianza y de los acuerdos entre una pareja, y es muy difícil superar ese golpe (aunque no imposible).
Desde la Psicología y los estudios científicos relacionados con la infidelidad, se han encontrado ciertas causas:
Por supuesto influyen otros factores, como la falta de límites en la relación, el miedo al compromiso o la desinhibición sexual.
También es importante mencionar la influencia del sexismo, algo que afortunadamente con los años ha cambiado, pero que nos permite entender la infidelidad desde un punto de vista histórico. Los estudios que se realizaron a finales del siglo XX y a principios del siglo XXI señalaban que los hombres eran más infieles. ¿Por qué? No es una cuestión biológica. Es que antaño la mujer era considerada una “cuidadora sumisa” cuya responsabilidad era atender a los niños y de la casa. En estas familias tradicionales machistas, los hombres a veces eran infieles porque acostarse con sus mujeres por puro placer y no para tener hijos era “deshonroso”, así que tenían sexo o bien con otras personas, o bien recurriendo a la prostitución. En cambio, las mujeres vivían su sexualidad con vergüenza y culpabilidad y por eso eran menos propensas a ser infieles.
A día de hoy, como decía, esto ha cambiado fruto de la liberación sexual de las mujeres y la mayor conciencia feminista. ¿Debemos celebrar que ahora pongamos los cuernos por igual hombres y mujeres? Sí y no. Sí es positivo que la presión y el sexismo no influya en la sexualidad, pero es negativo que no hayamos aprendido a respetar, hablar o crear límites sanos con nuestras parejas.
Tras este análisis teórico, veamos una situación con la que más de uno se sentirá identificado: conoces a una persona, te gusta mucho y tiene pareja. Habláis, conectáis y tras varias semanas o meses, pone los cuernos a su pareja contigo. Acabáis juntos, pero tienes ese miedo a que igual que engañó a su expareja, te pueda engañar a ti en un futuro. ¿Tienes razones para desconfiar?
Para responder a esta pregunta, debemos recurrir a la psicología y al sentido común.
Desde el punto de vista de la psicología, una infidelidad puede ser perfectamente algo puntual. Todos cometemos errores con nuestras parejas, algunos más graves y otros más triviales, y eso no significa que siempre vayamos a actuar mal. Aprendemos, maduramos y mejoramos nuestras relaciones. Esto es aplicable a las infidelidades: si tu pareja fue infiel una vez, no tiene por qué volverlo a hacer, así que puedes estar tranquilo/a.
Es aquí donde entra en juego el sentido común. ¿Qué sensaciones te transmite tu pareja? ¿Te sientes constantemente en alerta? Párate a pensar por qué desconfías porque sí, una persona infiel puede cambiar, pero tiene que esforzarse para lograrlo. En otras palabras, mejorar la comunicación, crear límites sanos y consensuados y cuidar su propia autonomía sin que eso implique traicionar a la pareja.
La base de cualquier relación es la confianza, por eso mi recomendación como psicóloga es no prestar tanta atención a creencias falsas como la que dice que «si tu relación surge de una infidelidad, seguramente acabe igual», y prestar más atención a tu instinto, al comportamiento de tu pareja y al vínculo que habéis construido. Sin dinámicas tóxicas, podéis tener una relación feliz, sana y duradera independientemente de que comenzase con una infidelidad.