Superar el victimismo es posible: La psicóloga Marina Pinilla comparte cinco recomendaciones profesionales para dejar de lado las quejas excesivas y fortalecer la autoestima
Seamos sinceros, no vivimos en el país multicolor ni nuestra vida se debe dictar por lo que dice una taza de Mr. Wonderful. En otras palabras, hay días de mierda, rachas en las que crees no poder más o momentos en los que ni la ‘actitud más positiva’ te quita el mal rato. No pasa nada por estar tristes o por quejarnos, el error es cuando convertimos el victimismo en nuestra estrategia de afrontamiento principal ante los problemas.
La queja no es mala. En realidad, tiene varias funciones: permite que nos desahoguemos, es una forma de pedir apoyo a nuestros seres queridos, y nos moviliza hacia el cambio, ya que identificamos lo que va mal y podemos poner en marcha habilidades o conductas que nos permiten solucionar el problema en cuestión. Pero, ¿qué pasa cuando nos acostumbramos a quejarnos todo el rato? Que la queja deja de ser una estrategia de afrontamiento sana, puesto que se convierte en victimismo.
Identificar el victimismo no es fácil. En primer lugar, porque implica reconocer que no estamos actuando de la manera más sana. En segundo lugar, porque admitir un problema de alguna manera significa que tenemos que cambiarlo y es más fácil negarlo y seguir como hasta ahora. Sin embargo, afrontar todos los problemas de forma victimista puede afectar a tu autoestima y alejar a tus seres queridos. Por eso es importante detectar las señales de alarma que indican que te quejas en exceso.
Das mucha importancia a los acontecimientos negativos de tu vida y restas importancia a los positivos.
Encuentras pegas en todo lo bueno que te pasa.
Cuando estás en un buen momento, no paras de fijarte en lo poco que va a durar. Por ejemplo, cuando estás de vacaciones.
Si se te ocurren soluciones para un problema (u otras personas te las ofrecen), nunca las llevas a cabo.
Haces interpretaciones muy absolutistas de lo que te pasa: o todo es culpa de los demás, o te machacas a ti mismo en exceso. Te cuesta encontrar un punto intermedio.
Repites tus preocupaciones una y otra vez cuando hablas con personas de confianza.
Te gusta que la gente te proteja emocionalmente: que se preocupen, que te pregunten qué tal, que escuchen tus discursos de queja, etc.
Eres muy sensible ante las críticas constructivas. Si alguien te intenta ayudar de forma empática y respetuosa, te lo tomas como un ataque.
Las quejas te acaban saturando. Sientes que tu autoestima no está en su mejor momento, que no llevas la vida que te gustaría llevar y que no sabes como salir del bucle del victimismo.
Cómo superar el victimismo
El primer consejo y quizá el más importante, es acudir a terapia si no eres capaz de dejar de quejarte y si el victimismo está afectando a alguna parcela importante de tu vida: tu autoestima, tu felicidad, tus relaciones, etc. Como psicóloga, te puedo asegurar que es posible aprender a lidiar con las preocupaciones y con los problemas de otra forma, y que tus relaciones mejorarán drásticamente.
Si quieres intentar superar el victimismo por tu cuenta antes de acudir a un profesional, mis cinco recomendaciones clave son:
No hacerlo en secreto. Habla con las personas de confianza, diles que quieres dejar de quejarte tanto y pídeles que te refuercen cuando noten un cambio. En otras palabras, que valoren tu esfuerzo y te digan cosas bonitas cuando te quejes menos. Por ejemplo, “estoy orgulloso de ti”, “se nota mucho el cambio”, “me encanta esta versión de ti”, etc.
Identificar el origen del victimismo. Este es quizá el paso más complicado, pero el que más te va a ayudar. ¿Por qué necesitas quejarte? ¿Es una forma de dependencia emocional con la gente? ¿Algo que aprendiste en casa? ¿Lo haces porque tienes baja autoestima? Hay tantos motivos como personas en el mundo y me sería imposible enumerarlos todos en un artículo. Hablar sin tapujos con tus amigos y con un psicólogo puede ayudarte a entender por qué sientes, piensas y actúas así.
Buscar actividades que te permitan distraerte cuando entras en bucle. Si toda tu vida has reaccionado ante las preocupaciones quejándote, lo seguirás haciendo automáticamente. Por eso es importante hacer un esfuerzo y realizar actividades que te distraigan cuando te apetece quejarte: ver una serie, bailar, limpiar un poco, cocinar, salir a dar un paseo, escuchar un podcast o música, etc.
Conocer mejor tus emociones. ¿Sabías que las personas podemos experimentar más de cien estados emocionales? Sin embargo, tendemos a definir nuestras emociones con seis etiquetas: triste, contento, nervioso, enfadado, asqueado y sorprendido. Quizá eso le funcionase a la protagonista de la película Inside Out porque era una niña pequeña, pero a medida que crecemos necesitamos aprender a identificar emociones más complejas como la vergüenza, la culpabilidad, el remordimiento o la inseguridad. Si nadie nos ha enseñado, cuesta más, pero no es imposible.
Desarrollar una comunicación más empática con los demás. Cuando hables con la gente que te rodea, haz un esfuerzo consciente para escucharles y no llevar la conversación a ti. Sé que es difícil, que a veces ni te das cuenta y que necesitas desahogarte, pero tu pareja, tu familia o tus amigos también tienen derecho a ser los protagonistas de la conversación de vez en cuando.