España vive desde hace más de una semana la ola de calor más intensa del año hasta el momento. Las temperaturas alcanzaron el jueves los 44 ºC en Ourense, algo inédito, y se han rozado los 35 ºC en zonas de montaña a casi 2.000 metros. Los expertos alertan: esta situación pone en riesgo la salud, causando desde mareos hasta deshidratación, y en el peor de los casos la muerte. ¿Cómo puede llegar tu cuerpo a ese punto por el calor extremo?
El año pasado, una ola de calor extrema con cerca de 50 ºC en Canadá mató a cientos de personas. En Grecia, solo en la primera semana de agosto murieron cerca de 1.500 personas por un episodio de altísimas temperaturas. En España, en los dos primeros días de la ola de calor que estamos viviendo -domingo 10 y lunes 11 de julio- murieron 43 personas, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III.
Son algunos ejemplos del potencial de las altas temperaturas para provocar golpes de calor, que pueden derivar en la muerte.
El cuerpo tiene un límite de temperatura que puede soportar. Generalmente, cuando hace mucho calor, pone en marcha una serie de mecanismos para enfriarse y mantenerse dentro de ese límite.
Estos mecanismos incluyen el sudor, una manera del cuerpo de enfriar la piel. Por otro lado, los vasos sanguíneos se dilatan y el corazón empieza a latir más rápido, de manera que el flujo de la sangre llega a la piel y libera calor corporal. Las personas que viven en zonas calurosas y húmedas, en regiones tropicales, tienen el cuerpo hecho a estas condiciones y en general saben defenderse mejor del calor que las personas que viven en climas fríos.
Pero incluso en las personas acostumbradas al calor, el cuerpo tiene un límite. La temperatura ideal para que las funciones vitales marchen como deben son los 36-37 ºC. Si la temperatura ambiental es superior a la corporal, la sangre en la piel no liberará calor. Y si hay demasiada humedad, el sudor no bastará para enfriar la piel, porque no se evaporará.
Aunque nadie es inmune al calor, las personas mayores, los niños y las personas con enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad lo sufren más, así como las embarazadas.
Esto es por un motivo. En los ancianos, esto se debe a un menor número de glándulas sudoríparas, explican en Science News for Students. El cuerpo de los niños no ha tenido tiempo de “aprender” a controlar el calor. Los enfermos, a menudo tienen problemas para regular la temperatura corporal, y las embarazadas pueden tener dificultades por las demandas del feto al cuerpo.
También influyen otros factores en la vulnerabilidad, como el estatus económico, puesto que muchos hogares carecen de aire acondicionado, y el oficio: los trabajadores expuestos en las horas centrales del día con temperaturas extremas tienen más probabilidades de sufrir un golpe de calor.
Cuando pasamos demasiado tiempo expuestos a temperaturas externas más altas que la del cuerpo, como decíamos, el cuerpo se ve en apuros para regular el calor, y entonces aparecen los síntomas del golpe de calor: mareos, debilidad, confusión, náuseas e incluso la pérdida de conocimiento.
La temperatura del cuerpo sube hasta temperaturas de 40 ºC con el golpe de calor, algo insoportable, y empiezan las convulsiones, espasmos musculares, la piel se enfría porque se interrumpe el flujo sanguíneo, y las células en los órganos vitales empiezan a deteriorarse, por lo que puede incluso producirse un coma y, si no se atiende de urgencia, la muerte.
Con olas de calor “asesinas” como la que estamos viviendo, es importante tomarse en serio las recomendaciones de los expertos para no sufrir problemas de salud irreversibles, y atender a las señales del cuerpo que alertan de que la temperatura corporal empieza a elevarse: sudoración excesiva, respiración acelerada, delirios, fatiga.