El verano es una de nuestras estaciones preferidas: las altas temperaturas, las largas horas de luz, las vacaciones, las sobremesas que se alargan, el chapoteo en el mar o en la piscina, descubrir lugares desconocidos... Todos esperamos con ansia la llegada del buen tiempo y del descanso, tan necesarios para recargarnos de energía y desconectar tras meses de trabajo intenso. Sin embargo, es importante tener en cuenta que los meses de verano entrañan sus propios peligros y que, para evitar que cualquier problema nos amargue las vacaciones, debemos ser precavidos y tener muy en cuenta qué peligros para la salud acompañan al verano.
El verano es tiempo de disfrute y de descanso. Toca relajarse, dejarnos llevar, abrazar nuestro tiempo libre y poner en práctica esas actividades o planes que nos encantan y que no podemos disfrutar como es debido durante el resto del año. Pero construir unas vacaciones sin fisuras pasa por contemplar posibles riesgos y viajar preparados para potenciales situaciones que pongan en riesgo nuestra salud o la de nuestra familia o amigos. La exposición al sol, los peligros que entraña el mar o el hábitat natural... son algunos de ellos.
Estos son algunos de los peligros para la salud que acompañan al verano:
Cuidado con las altas temperaturas. Todos sabemos que los termómetros se disparan durante el verano y que las altas temperaturas pueden resultar peligrosas si no nos protegemos adecuadamente. Los golpes de calor son relativamente frecuentes en estas fechas y, especialmente en el caso de niños y personas mayores, las consecuencias pueden ser muy graves. Para evitarlos, es importante mantenerse bien hidratado, evitar la exposición al sol durante días de mucho calor y, en definitiva, no perder de vista que un calor excesivo puede repercutirnos negativamente. Ten en cuenta que, si nuestro cuerpo alcanza temperaturas que rondan los 40 o 41°, pueden llegar a producirse graves daños que incluyen shock, insuficiencia en determinados órganos (riñón, páncreas, hígado…), daño cerebral y, en los casos más extremos, incluso la muerte.
No olvides la protección solar. Además de las altas temperaturas, la incidencia del sol es mayor durante el verano, y a ello se suma que solemos estar expuestos a él durante más horas. Por eso, la protección de nuestra piel es básica y conviene extremar el cuidado en el caso de los más pequeños. El primer consejo que te dará cualquier dermatólogo es que no olvides bajo ningún concepto usar protección solar elevada, tanto en la playa como en la piscina, de excursión... y cada vez que salgas a la calle. Ten en cuenta que muchos casos de cáncer de piel aparecen en zonas especialmente expuestas, como la nariz o, en general, el rostro o el pecho. Utilizar un factor solar elevado debería ser la regla general todos los días del año cuando se trata de estas zonas de nuestro cuerpo. Además, comprueba que se trate de un protector solar de amplio espectro, que proteja tu piel de la radiación UVA y UVB. Si tienes dudas, puedes seguir estos consejos.
Cuida tu alimentación y tu hidratación. Durante el verano son frecuentes los excesos y las comidas copiosas: fritos, arroces, un aumento de la ingesta de alcohol... Aunque esta práctica no supone un peligro inminente para nuestra salud (excepto en caso de que abuses del alcohol y te expongas a situaciones como conducir bajo sus efectos), descuidar tu alimentación puede pasarte factura a medio y largo plazo. Consume muchas frutas y verduras (aprovecha las de temporada), hidrátate bien y ayuda a tu organismo a sentirse más ligero. Estas son algunas pautas para lograrlo. Tomar zumos, gazpachos... te ayudará a 'vitaminarte' y a refrescarte en un solo gesto.
La actividad física, mejor a primera o a última hora del día. Al hilo de la incidencia de las altas temperaturas, es importante evitar una actividad física excesiva en las horas centrales del día, ya que en ellas normalmente el calor aprieta y la radiación solar, también. Ante la duda, elige las primeras o las últimas horas del día. Es probable que, además, disfrutes más de tu práctica y resistas mejor.
Disfruta del baño... pero con cuidado. Bañarse en el mar, en una piscina, en un río, en lagos o en embalses... es una de las prácticas más habituales para todos durante el verano y, aunque no tiene por qué ser peligroso, es importante ser precavidos. Necesitamos contar con las herramientas necesarias para desenvolvernos bien en este medio (clases de natación, uso de boyas o manguitos...), así como evitar situaciones peligrosas, especialmente en mar abierto, pero también en el resto de espacios. Ante la duda, conviene informarnos acerca de las condiciones concretas del agua en la zona en la que nos encontremos: posibles corrientes, zonas en las que no hacemos pie... Lógicamente, la vigilancia de los más pequeños debe ser constante. Ten en cuenta que la mayoría de accidentes en el agua ocurren en piscinas privadas o en espacios abiertos con agua y que, solo en la Unión Europea, fallecen cada año por ahogamiento 5.000 menores de 19 años. Solo en España, se estima que cada año mueren ahogadas más de 400 personas.