Las dunas blancas de Nuevo México han sido hace poco declaradas parque nacional –ya son 62 en Estados Unidos– por su inmensidad y la barbaridad de animales que acoge. Este capricho de los influencers y amantes de la naturaleza que aparenta ser nieve se forma en realidad de arena fina. ¿Arena blanca? En realidad, partículas de yeso. Su historia se remonta millones de ellos hasta ser lo que vemos hoy en día.
Los atardeceres en White Sands National Park son famosos porque unen el rosa del cielo con el blanco de las dunas inestables. Su aspecto varía constantemente a medida que el viento traslada estas montañas de yeso a metros de distancia. En el mapa, el parque aparece como una enorme extensión blanca. Abarca exactamente 275 kilómetros cuadrados de desierto y es el más grande de estas características del mundo.
Hace millones de años, las placas tectónicas bajo la corteza terrestre modificaron la geografía del sur de Estados Unidos y, tras varios de sus movimientos, surgió el Lago Otero en la cuenca de Tularosa. Tras la última Edad de Hielo, el clima dio un vuelco y la lluvia y el deshielo arrastraron a esta llanura sedimentos de yeso a medida que el lago se evaporaba.
A lo largo de los años los cristales de yeso –selenita– se acumuló con la ayuda de los vientos que los empujaban hacia el noreste, y crearon las dunas que forman el parque hoy en día. Los granitos que han sido pulidos durante milenios son tan finos que parecen polvo al tacto.
Una curiosidad sobre el parque, y que muchos probablemente no conocen, es que compartió el espacio con White Sands Missile Range (WSMR), un área de prueba de armas militares estadounidenses. En 1963 la NASA lo transformó en un campo de entrenamiento para pilotos y en un lugar para la investigación de cohetes.
Aunque se trata de un desierto, entre sus dunas podemos encontrar arbustos como el zumaque y otras plantas como el cardón y diversas especies de cactus. Todas con cualidades que les han permitido sobrevivir a lo largo del tiempo a periodos de sequía. Su clima no es tan extremo como el del Sahel o el Sáhara, pero también presenta grandes contrastes como los 32ºC bajo cero que llega a alcanzar en invierno frente a los más de 42ºC que puede hacer en verano.
Entre los animales que habitan este lugar aparentemente inerte se encuentran multitud de insectos como las arañas, aves como el ruiseñor o reptiles como la lagartija que se echan al sol que refleja el blanco nuclear de las dunas. Según informa la web del servicio del parque nacional, el desierto aloja a más de 800 especies de fauna.
Incluso existen especies exclusivas de esta área. En las aguas de los manantiales que podemos encontrar en el Sendero de las Dunas, el camino a seguir para llegar a las dunas, vive un pez endémico de la zona, el Cyprinodon tularosa. Su apariencia de renacuajo puede hacerlo parecer indefenso, pero se trata del único pez que ha sobrevivido 12.000 años de cambios hidrológicos y climáticos en la región.
Muchos directores de cine han querido aprovechar el paisaje, que al ponerse el Sol cobra auténtica fantasía, para rodar sus largometrajes. La última película rodada entre sus dunas fue Transformers, de 2007.