En este Día del Libro tan atípico hemos hablado con los alpinistas españoles Sebastián Álvaro y Jose María Azpiazu, que acaban de publicar el libro 'La vida en los confines de la Tierra', una recopilación de las primeras expediciones a los Polos. Aventuras como la de Amundsen o la de Shackleton, que se lanzaron a descubrir las zonas más inhóspitas de la Tierra sin apenas medios. Les hemos preguntado qué podemos aprender nosotros desde nuestros hogares de esos viajes tan extremos que ponen a prueba el cuerpo y la mente, y esto es lo que nos han contado.
Pero ¿por qué leer este libro justo ahora?, te preguntarás. "Justo en este momento, tiene mucho sentido este libro. Hemos tratado de animar a la gente que está pasando por malos momentos, enseñarle que en peores circunstancias otras personas no se rindieron. Y también contar grandes aventuras que nos hicieron más civilizados y nos pueden ayudar a ser mejores personas", nos dicen los autores.
Una de las primeras expediciones que recopila el libro es la que los autores bautizan "el peor viaje del mundo". En 1910, el británico Edward Wilson, se propone llegar al Polo Sur. Sabe que hacerlo caminando sin el peso de un proyecto científico se quedará en una carrera en la que lleva las de perder, puesto que los noruegos también participan y su líder es una gran competencia. Se trata de Roald Amundsen, que finalmente se convierte en el primero en conseguir llegar al Polo Sur de la historia.
La lección aquí nos la da Wilson: "Se esforzó hasta su último aliento. Es el mejor símbolo de aquella época heroica de la exploración polar. Claro que hoy no podemos montarnos en un barco de madera para encontrar tres huevos de pingüino emperador, pero la lectura es que merece la pena esforzarse por que la razón domine las emociones, hacer que la ciencia prevalezca, ser valiente pero sin ser alocado, prudente pero no timorato. Y ser idealista hasta el final", nos explica Sebastián Álvaro.
El noruego Amundsen también tuvo protagonismo en la primera travesía por el conocido como Paso del Noroeste, que conecta el Pacífico y el Atlántico atravesando el Ártico.
Planificó la ruta con rigor y, con un barco de poco calado y una tripulación mínima, se lanzó a pesar de que, previamente, grandes expediciones británicas habían perdido cientos de hombres. Por el camino, aprendió técnicas esquimales que más tarde le servirían en la Antártida, como la utilización de los perros como animales de arrastre, los trineos ligeros y los esquís.
"Hemos querido destacar su pragmatismo y eficacia. No fue el más simpático ni el más querido de los exploradores polares, ni el mejor compañero. Pero fue el que mejor hizo las cosas", nos dicen los alpinistas.
Wally Herbert es considerado el Ulises del Ártico. Su expedición le llevó más lejos de lo que imaginó y, en sus años de vida, nadie volvió a conseguirlo. Llegó desde Alaska a las Islas Svalbard, que entonces ni siquiera aparecían en el mapa. Su hazaña es de las que pocos conocen hasta que Hollywood prepara un éxito en taquilla porque pilló en plena Guerra Fría. Los soviéticos habían hecho del Ártico su patio trasero con sus submarinos y avionetas.
"Muchos siguen creyendo que Robert Peary fue el primero en llegar al Polo Norte en 1909 y Herbert fue solo un segundón. Pero a medida que pasa el tiempo su hazaña es cada vez más reconocida. Primero, por haber sido el primero en alcanzar el Polo Norte sin medios mecánicos, y segundo, porque su travesía es una de las más duras que jamás se han realizado", aclaran Sebastián y Jose María. "Su capacidad de esfuerzo es un ejemplo, así como el sacrificio al límite por conseguir algo que solo tú crees".
La Aventura del Endurance fue un intento fracaso de atravesar la Antártida que se estudia hoy en las escuelas de negocios. Pero ¿qué podemos aprender de una expedición que se quedó en la intención?
Los alpinistas nos la describen como "la expedición polar más fracasada, y al mismo tiempo, paradójicamente, la más recordada y ejemplarizante". "Se inició con el propósito de realizar la última gran travesía terrestre que quedaba por hacer", relatan. La lideraba Ernest Shackleton, cuyo barco quedó atrapado en el hielo a punto de alcanzar su destino. Para sobrevivir, la veintena de hombres que le acompañaba se alimentaba de carne de foca y de husky a 40 grados bajo cero, hasta que pasado más de un año algunos consiguieron desembarcar en una isla a más de mil kilómetros. Han pasado a la historia como los regresados de la muerte.
"De aquella expedición hay muchas cosas rescatables para nuestro día a día. Saber que estar unidos es nuestra única posibilidad cuando todo se vuelve en contra. Saber enfrentar la adversidad, creyendo que en los malos momentos hay que ser condenadamente optimistas", continúan. "Es mi favorita", comenta Sebastián, "me parecen hombres de otros tiempos: valerosos, esforzados y dispuestos a morir por un sueño como era entonces el continente helado. Ninguno de ellos eran hombres perfectos, no hay personas perfectas en realidad. Pero personas así nos legaron un mundo mejor", añade.