Los destinos menos masificados para veranear en España

  • El verano es para descansar, aunque a veces sea extremadamente difícil escapar de las garras del turismo masivo y las aglomeraciones

  • Te proponemos algunos destinos tranquilos que todavía se pueden visitar y disfrutar sin sentir el agobio de la masificación

  • ¿Cómo elegir destino para tus próximas vacaciones?

El verano es para descansar. Nada hay más placentero que tomarse un mes entero de pura molicie, parar el reloj laboral y disfrutar de la tranquilidad y el silencio que no tenemos el resto del año. No siempre es fácil elegir un destino que cumpla con nuestras expectativas. Quedan cada vez menos remansos libres de la masificación turística y las aglomeraciones. A esto hay que añadir lo complicado que resulta elegir lugar de vacaciones sin tomar en cuenta variables como la afluencia de público, donde ritos tan sencillos como acudir a un restaurante y que queden mesas libres, sin tener que esperar los 45 minutos de rigor, se convierten en imposibles.

Para unos, las cifras récord de turismo son el termómetro de la bonanza económica y la creación de puestos de trabajo. Para otros, los veraneantes tranquilos que precisan menos mundanal ruido y más recogimiento, un mal augurio. No será uno de esos, a menos que logremos encontrar la burbuja de soledad perfecta.

Por suerte, con un poco de paciencia, todavía podemos encontrar destinos a los que se puede viajar sin estar preocupado por las aglomeraciones, la prisa o la masificación.

Pals (Girona)

A tan solo media hora de Barcelona, encontramos esta villa de esencia medieval y un casco histórico de estilo gótico perfectamente conservado. Es ideal para los paseos tranquilos a media tarde, cuando el sol declina sobre las calles empedradas y la belleza bruta del entorno se muestra sin adulterar. El viajero encontrará un patrimonio turístico más que interesante. Hay suficiente entorno natural como para pensar que nos hemos alejado lo suficiente de la ciudad, y sin olvidar la playa, a pocos kilómetros del centro.

Arucas (Gran Canaria)

El verano florece en este entorno privilegiado de las islas, tanto por el interés histórico del lugar como por las distintas festividades y puntos culturales a visitar: Destaca la Iglesia de San Juan Bautista o los edificios y casas tradicionales canarias del centro histórico, con los clásicos balcones de madera. Más allá, un antiguo volcán, la Montaña de Arucas, que ofrece distintas rutas de senderismo y una vista panorámica de las que se recuerdan.

En cuanto a las fiestas propias de la estación, el visitante podrá servirse a gusto. En junio, interesan sobre todo las de San Juan. Hay de sobra para un largo verano, de ron y tragos cortos. La fábrica de ron Arehucas es una parada obligatoria para los interesados en la producción de este famoso licor canario. Fundada en 1884, la destilería ofrece visitas guiadas donde se puede aprender sobre el proceso de destilación y degustar algunas de sus variedades de ron, reconocidas internacionalmente.

Ézaro (A Coruña)

'Remanso tranquilo' es decir relativamente de esta localidad del municipio de Dumbría, uno de los lugares de la Costa da Morte que aún esquiva el impacto de la gorgona turística y capacidad para hacernos querer huir a aguas más tranquilas y despejadas. Es conocida principalmente por la Cascada del Ézaro, la única en Europa que desemboca directamente en el mar, junto con el río Xallas. Quien pare a descansar aquí deberá pasar obligatoriamente por el mirador, con vistas espectaculares del entorno. Es casi obligatorio llenar la agenda veraniega con alguna ruta por el Monte Pindo, conocido como el Olimpo Celta. Las vistas bien valen una caminata en un día nublado, para no sufrir la mordida del calor. En el extremo opuesto queda la playa de Ézaro o el Museo de la Electricidad, para los interesados en la historia de la central hidroeléctrica.

La Ametllá de Mar (Tarragona)

Los pueblos de pescadores siempre tienen algo en sus calles y sus calas que invitan a apagar el móvil por un largo tiempo y desconectar de las obligaciones que nos aplastan. En ese sentido, La Ametllá de Mar, en la Costa Daurada, cumple sobradamente con lo prometido: el turismo voraz aletea en otros lugares con más virulencia, y aquí solo queda un rincón discreto y bello, con más de 18 calas y playas distintas bordeando el litoral. Ritos de auténtico verano tan distintos como visitar la lonja de pescadores, pasar una larga jornada en la playa o tirarse desde alguna de las rocas se convierten en esos instantes de luz y calor que la memoria atesora durante mucho tiempo.

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