Cinco rutas por el bosque para disfrutar del esplendor del otoño

El otoño en España tiene su propia marca estética y una impronta melancólica perfecta para embarcarse en paseos largos, ahora que todavía vivimos unas temperaturas tolerables y el frío no ha hecho de las suyas. Por suerte para los senderistas y los amantes de las rutas, España tiene a lo largo de su territorio algunos bosques que entran en su punto dulce justo en esta época: un mar de hojas caídas con, el crujido de las ramas húmedas y tiempo de sobra para perderse en el corazón de la naturaleza con el móvil apagado.

Te proponemos cinco bosques donde el otoño se enseñorea y se crece y alcanza su pico de belleza. El síndrome de Stendhal hace honor a su nombre en estos parajes.

Selva de Irati (Navarra)

El segundo bosque de hayas y abetos más grande de Europa es una de las joyas de la corona del pirineo navarro, y así lo afirma todo aquel que se ha dejado impresionar por sus 17.000 hectáreas. Ernest Hemingway dijo de este enclave que era el último bosque medieval verdadero de Europa. Discurre entre el monte Oranzurieta (al oeste, en Roncesvalles) y el monte Orhi. El Río Irati cruza el valle.

La selva de Irati es puro fuego otoñal de ocres vivos, un tesoro natural con su mar de hojas en montañas densas que alfombran los valles de Aezkoa y Salazar, o la parte francesa, Cize y Soue. Ochagavía, Orbaitzeta o Ezcaroz son pueblos de la zona con encanto para pasar unos días y disfrutar de las zonas a visitar: la Reserva natural de Mentilatz, en Orbaitzea; la de Tristuibartea, en Hiriberri; y la de Lizardoia (junto al embalse de Iraia)

Cañón de Añisclo (Huesca)

Ordesa y Monte Perdido tienen aquí uno de sus secretos mejor guardados: la falla que corta en dos el valle y regala al visitante el rojo profundo y el amarillo vivo del otoño en las hayas, los abetos o los pinos que brotan de las penumbras del cañón, al pie de la garganta. 

Podemos tomar diferentes rutas fluviales para recorrer estos rincones puramente otoñales, algunas más exigentes que otras: Puente del río Bellós – Río Aso (45 min); Sercué, con un pueblo deshabitado del mismo nombre (3-4h); La Ripareta, con un desnivel importante (3-4h), continúa en Fuenblanca, el itinerario más exigente de todos, de duración similar.

Arriba, con la ayuda del coche, Añisclo nos premia con el mirador de Buerba, desde donde se puede contemplar la postal completa: un paisaje montañoso que sobrecoge.

Oieleku (Gipuzkoa)

Solo son cuatro kilómetros de belleza densa e increíble que pueden hacerse en unas tres horas. El viajero encontrará pistas forestales muy disfrutables dentro del Parque Natural de las peñas de Aia.

Hayedo de Jordá (Girona)

Este bosque mágico se encuentra en el Parque Natural de la Garrotxa. Un hayedo de caminata suave, de unos 40 km, con impresionantes ejemplares crecidos en altitudes poco comunes. 20m de altura tienen algunos de ellos.

El ocre, el marrón y el rojo le hacen la fiesta al viajero que decide visitarlo por su cuenta o acaricia la idea de regresar a los viejos tiempos y decide contratar el viaje en carruaje. Una hora con una parada de 15 minutos por los caminos intrincados y las sendas señalizadas con leyendas. La ruta es apta para perfiles sin experiencia, por lo que es una visita ideal para hacer con toda la familia. Comienza en la estación de autobuses de Olot.

Parque Natural de la Gorbeia (Álava y Vizcaya)

Hay tablero de sobra aquí para perderse en este punto de referencia del montañismo vasco: pastos, robledades y hayedos. Son realmente especiales los del bosque de Otzarreta, una suerte de utopía natural, un bosque de cuento de hadas.

14 senderos distintos bajo hileras interminables de hayas que nos dejan sin aliento, por altura y por majestuosidad. Tienen la forma característica de candelabro, fruto de las podas históricas que en el pasado se realizaban en este enclave para conseguir carbón. La cascada de Goiuri es parada obligatoria antes de emprender el viaje de vuelta al alojamiento del fin de semana. Todavía quedará mucho por ver en esta zona.