La Lotería de Navidad se ha convertido en una tradición para muchas personas, casi un imprescindible que, año tras año, les llena de ilusión y de esperanzas de poder cambiar su vida gracias a un golpe de suerte, pero ¿qué probabilidades hay de ganar?
Lo cierto es que, tanto si se juega de manera habitual como si se hace de un modo puntual, todos somos conscientes de las pocas probabilidades que tenemos de que nos toque, a pesar de ello, se sigue jugando, se sigue comprando y se sigue haciendo con cierta ilusión porque ¿y si toca?
Tras estos sentimientos existen ciertas explicaciones que pueden ayudarnos a entender este tipo de comportamiento, que nos hace comprar el mismo número una vez más porque llevamos años jugando con el mismo, o que nos hace más que complicado decir ‘no’ al décimo que se juega en la oficina. Una de esas explicaciones es la envidia preventiva, pero no es la única.
Queda claro que una de las causas por las que compramos tanta lotería es la ‘envidia preventiva’, sentimos cierto temor a quedarnos fuera, que toque ese premio en nuestro entorno y no a nosotros por haber dicho que no. También es una manera de socializar, de sentirnos parte de algo, lo hacen todos y esto nos ayuda tener un mayor sentimiento de pertenencia.
Otro de los motivos que han recogido los expertos en psicología de Top Doctors es el hecho de que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una tradición más de la Navidad, como las luces, los adornos, los regalos y los dulces. Así lo afirma la psicóloga Marisol Rodríguez Gutiérrez, que asegura también que para muchas personas se trata de una diversión, porque les permite “fantasear con la idea de ganar el premio”.
También hay una parte del sorteo que implica compartir, algo que es muy habitual, porque intercambiar décimos con los seres queridos es muy frecuente.
En general, explican estos profesionales, somos conscientes de que ganar es una posibilidad más que remota, pero seguimos jugando por seis sesgos cognitivos, estudiados por Kevin Bennett (y publicados en Psychology Today).
Uno de ellos es el ‘optimismo poco realista’, no llegamos a comprender lo poco probable que es en realidad que nos toque, otro el ‘marketing y la publicidad’, que apela a la ilusión y nos recuerda que puede suceder. La ‘falacia del jugador’ es el tercero, esa que señala que haber perdido en el pasado no influye en el futuro; la ‘ilusión de control’ es el siguiente, que es donde entra el poder escoger el número que jugamos o no ganar, pero quedarse cerca.
El quinto de estos sesgos cognitivos que se han estudiado es la ‘trampa social’, ¿qué pasaría si llevamos tiempo jugando un número, lo dejamos y toca? El último es que se trata de una ‘inversión fácil de justificar’, es decir, no es demasiado dinero y podemos cambiar nuestras vidas.