En la guerra en Ucrania, las tropas de Rusia no respetan a los niños. En los hospitales, los médicos intentan salvarlos mientras no dejan de sonar las alarmas antiaéreas y de caer las bombas. Es el caso de Vova o Dima.
A Vova apenas le sale la voz cuando el médico se acerca a preguntarle cómo se encuentra. “Estoy bien”, dice. Le acaban de operar en la cabeza de heridas de metralla.
Vova ha tenido más suerte que Dima, un niño de 8 años, que sigue inconsciente tras resultar herido en un bombardeo. Su madre llora en la sala de espera del hospital.
Un hospital que permanece en pie. Porque son muchos los centros sanitarios que están siendo bombardeados en Ucrania por las tropas de Rusia, como el de Izium, que ya no existe. Los médicos y enfermeros se han acostumbrado a atender a los heridos de guerra y a sus pacientes de siempre bajo el sonido de las bombas y de las alertas antiaéreas.
Tras 14 días de guerra, el Ejército de Rusia no diferencia objetivos militares de civiles, ni de niños. Mantiene los intensos bombardeos, sobre todo de noche, sobre Kiev, Járkov, segunda ciudad del país, o Zitomir, donde han destruido por completo un dormitorio militar.