El Valle de la Muerte vuelve a ser noticia por un registro de temperatura histórica. La marca de los 130 grados Fahrenheit (54,4 ºC) que se dibujaba el viernes 9 de julio de 2021 en el termómetro del Centro de visitantes de Furnace Creek, a la puerta del parque nacional, es uno de los valores más altos que se han producido nunca en el planeta.
Por segundo año consecutivo, el Parque Nacional del Valle de la Muerte ha batido un récord de 54,4 ºC, aún a la espera de confirmarse por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el ‘árbitro’ de los registros de temperaturas.
La madrugada del 11 de julio, adicionalmente, la región alcanzaba la temperatura mínima más elevada vista nunca en América del Norte, de 42 ºC durante toda la noche. El término ardiente se queda corto.
De esta manera, el ‘horno’ de California se cuela en el ranking de las tres marcas más altas jamás de la Tierra. Entre ellas, una anterior en el Valle de la Muerte de 56,7 ºC el 10 de julio de 1913. El único lugar donde ha hecho el mismo calor en algún momento de la historia es en Kebili, Túnez, donde el termómetro alcanzó los 131 grados Fahrenheit (55 ºC) el 7 de julio de 1931.
No obstante, por su antigüedad y la falta de registros de estas fechas (hace ya un alrededor de un siglo), el único récord que podría darse por seguro es el de 54,4 ºC –alcanzado por partida doble– en California en 2020 y 2021, publica el Washington Post.
En Asia, el lugar más tórrido es Mitribah, Kuwait, donde la OMM confirmó la marca de 53,9 ºC alcanzada durante el verano de 2016. Y en África encontraríamos el lugar habitado más abrasador de la Tierra: la depresión de Dallol en el norte de Etiopía.
El motivo por el que el Valle de la Muerte concentra tanto el calor se debe a varios factores. Por un lado, hay que tener en cuenta que se encuentra a unos 80 metros por debajo del nivel del mar, y por tanto el aire tiende a calentarse a medida que desciende y se comprime por el valle.
Aparte, apenas cae precipitación a lo largo del año, sin embargo la tasa de evaporación es altísima. No es de extrañar que albergue el lecho seco de un lago. Por último habría que sumar a este cóctel el relieve del valle, que favorece un mayor caldeamiento del aire.