El llanto de Dima, un niño ucraniano, llamando a su padre desde la cama del hospital

Ucrania asegura haber matado a más de 15.000 soldados rusos desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero. Es decir, que en un mes habría provocado más bajas rusas que en toda la guerra de Afganistán. Lo cierto es que esas cifras son -de momento- imposibles de verificar por algún organismo independiente.

No hay cifras certeras de fallecidos en la guerra de Rusia en Ucrania

No hay cifras certeras de fallecidos en la guerra: ni de civiles ni de militares. Dependiendo de la fuente que se consulte, pueden variar sustancialmente. También se habla de que habría hasta 5.000 soldados ucranianos muertos en lo que va de conflicto, pero tampoco se puede contrastar ese dato.

La desinformación es la tónica general. Así lo siente la ciudadanía en las calles. Hay mucho miedo a falsas noticias y tampoco se sabe a ciencia cierta el número de heridos que llegarían a los hospitales, aunque el Gobierno ucranio trata de actualizarlo diariamente. Lo que sí trasciende es la dureza de las imágenes en los centros médicos, donde incluso llegan niños solos sin sus padres.

Dima y Yura, dos supervivientes en la guerra de Ucrania

El pequeño Dima, un niño ucraniano, pregunta una y otra vez por su padre, quien está también herido e ingresado en otra habitación del mismo hospital, en Zaporiyia. Ni los juguetes ni las palabras de la enfermera -asegurándole que podrá ver a su padre pronto- logran calmar al niño. Víctima de un ataque ruso en la asediada Mariúpol, una doctora cuenta que el menor tuvo que esperar una semana a poder salir de la ciudad y ser hospitalizado.

En su casa de Bucha, otro superviviente de esta guerra, Yura, nos muestra las secuelas físicas de su encuentro con un soldado ruso. Las psicológicas no van a curarse; vio cómo el militar asesinaba a su padre delante de él. militar asesinaba a su padredelante de él. "Teníamos los brazos levantados...y le disparó directo al corazón, dos balas", relata el joven. Otro proyectil hirió al chico en el brazo y el que iba destinado a su cabeza, se quedó -milagrosamente- en la capucha de su sudadera.