Incertidumbre y tristeza en el norte hispanófilo de Marruecos
Los marroquíes más vinculados a España en Marruecos, especialmente en las regiones septentrionales, temen las repercusiones del mantenimiento en el tiempo de la crisis
La población castellanohablante de las ciudades del antiguo Protectorado español lamenta la falta de comprensión de la nueva realidad marroquí al norte de Tarifa
“Me afecta y me preocupa. Me concierne y me entristece. España es mi segunda casa. Nuestras culturas siempre han estado unidas desde que tengo uso de memoria”, asegura a NIUS Basma Boudarat, enfermera marroquí licenciada en la Universidad de Granada y residente en Tánger.
El sentir de Basma se repite en Tetuán a Tánger, de Larache a Arcila, de Alhucemas a Fnideq (Castillejos), la geografía más hispanófona e hispanófila de Marruecos, desde que estallara la crisis bilateral. Aunque desde la declaración del Europarlamento el pasado 10 de junio sobre los sucesos de Ceuta no ha habido más cruces de declaraciones, el desencuentro entre Marruecos y España amenaza con cronificarse.
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El hispanomarroquí Mohamed Serifi Villar no oculta su dolor por la situación. “Lo vivo con un gran desgarro”. El coordinador local de Unicef reparte las culpas de la crisis, que se adentra en un período de calma gélida. “No hay políticos con visión de Estado en ninguno de los dos países. La solución no vendrá de ellos. Tendrá que ser otra gente, otros actores”, lamenta a NIUS.
El veterano activista por los derechos humanos cree que en Europa sigue sin conocerse la nueva realidad de Marruecos. “A pesar de sus desigualdades, es un país que está desarrollando su capitalismo cada vez más y llevando a cabo un protoimperialismo en África. Y hay que comprender que sin un Marruecos estable Europa se irá a pique. Europa puede quedar invadida de barbudos”, reflexiona.
“En un parpadeo no son 8.000 como en Ceuta, sino 200.000 los jóvenes que pueden salir de Marruecos con intención de acceder a Europa”, advierte.
Serifi lamenta que el Gobierno español no entienda la importancia para la política del Estado marroquí de la cuestión saharaui. “Aquí desde el momento en que Pedro Sánchez empezó a explorar la posibilidad de formar gobierno con Podemos, dadas las posiciones de este partido respecto al Sáhara, la cuestión se convirtió en un problema doméstico marroquí”, explica.
La misma tristeza de Serifi es la de la también tangerina Safia Abahaj, profesora de español formada en la Universidad de Granada. “Soy marroquí pero mi otro ‘yo’ es español. Y en este ‘conflicto’ siento mucha pena, porque no somos solo países vecinos sino países hermanos con mucha historia común. Somos dos naciones condenadas a llevarse bien. Espero que las aguas vuelvan pronto a sus cauces”, se confiesa a NIUS la joven especialista en relaciones internacionales nieta de tetuaníes españoles de origen morisco.
“No quiero entrar en quién es el malo. Lo más sensato para mí es que por nuestro pasado y nuestro futuro se resuelva todo con la diplomacia. Si ha habido errores, que se perdonen y que ello sirva para afianzar el respeto y la confianza que se han visto afectadas”, zanja Basma Boudarat, quien estudió en el Colegio Ramón y Cajal y en el Instituto Severo Ochoa de Tánger.
La decadencia de lo hispano en Marruecos
“Al final todo esto que lo han causado los políticos lo pagamos nosotros”, lamenta Mohamed, camarero del restaurante La Grenouille, donde la clientela mezcla castellano y árabe marroquí mientras paladea frituras de pescado y cerveza y sigue la información sobre la Eurocopa en un especial informativo de la cadena Telecinco.
Como en La Grenouille, el español es también la lengua principal en el decadente restaurante de la Casa de España. No lejos de ellos se encuentra la Galería Kent, frecuentada por artistas e intelectuales españoles, y el supermercado –con toda suerte de productos españoles- Casa Pepe. Y junto a ellos, la mítica librería des Colonnes, que resiste las inclemencias con su rincón exiguo de libros en castellano. Un rincón español en torno al bulevar Pasteur sensible a las tribulaciones bilaterales.
También Pepe es el nombre de uno de los dos restaurantes españoles de la pequeña localidad de Arcila –le acompaña García-, en la costa atlántica de Marruecos, 46 kilómetros al sur de Tánger. La familia de Pepe, como muchas otras españolas, se instaló en 1914 en esta localidad del antiguo Protectorado llegada desde la provincia de Almería para abrir una cantina junto a su casa.
El temprano éxito de sus huevos fritos y sus frituras de pescados convirtió al local en una referencia, y hoy continúan acogiendo, con paella, pulpo a la gallega y frituras varias, a españoles residentes en otras partes de Marruecos -10.000 según los datos oficiales, aunque la cifra es muy superior ya que muchos viven y trabajan como turistas- y a los escasos turistas españoles que esta temporada –la covid, con la suspensión sine die de los ferris, y la crisis bilateral- disfrutan de su bella medina y sus playas. Es un verano atípico para todos en Arcila (lo cierto es que el topónimo ‘Assilah’, transliteración del francés, se ha impuesto al castellano).
De costa a costa, del Atlántico al Mediterráneo, las historias de las dos orillas en este norte hispanófilo e hispanófono (cada vez menos) de Marruecos. En la urbanización Marina Smir, junto a la localidad de M’diq –sus habitantes la siguen llamando con su antigua denominación española, Rincón, aunque no la pronuncian como palabra aguda sino llana-, en la costa de la provincia de Tetuán, vive y trabaja Abdel Haik.
El joven tetuaní, que se crio viendo Canal Sur en la televisión cuando no había internet y se escolarizó en el colegio español de la antigua capital del Protectorado, se ha instalado junto a su pareja en este resort turístico erigido en las primeras décadas de la independencia después de casi veinte años estudiando y trabajando en España. “Me cansa el eterno duelo político entre España y Marruecos. Rabat tiene ahora la idea clara de ahogar económicamente a Ceuta”, admite a NIUS.
Respecto a la crisis registrada entre los días 17 y 19 de mayo en la frontera entre Ceuta y Fnideq -o Castillejos, topónimo castellano que sigue siendo empleado por sus vecinos-, ocurrida a apenas una veintena de kilómetros de su casa, el informático tetuaní no oculta su inquietud. “Por primera vez el grueso de las personas que intentaron cruzar la frontera son marroquíes, y eso me da miedo.
El hermano del carpintero que vino a casa a ayudarme el otro día, que tiene un buen trabajo, fue uno de los que intentaron entrar en Ceuta; se van, intoxicados por las redes sociales, y no sé qué sueño creen que van a cumplir allí. En España no hay trabajo ni para los españoles y lo sé por experiencia”, lamenta. “Creo que el futuro de los marroquíes está aquí, donde aunque no se paga demasiado hay oportunidades, y no en España”, concluye.
En fin, la lengua y la cultura españolas en Marruecos pueden ser otras de las víctimas del conflicto. Cierto es que la retirada de la lengua castellana de la vida marroquí ha sido imparable desde el final del Protectorado español (1912-1956). Según datos del último anuario del Instituto Cervantes, algo menos de 1,7 millones de personas tienen “competencias limitadas” de español –la población de Marruecos supera ya los 37 millones- mientras que solo algo menos de 6.600 pueden considerarse nativos hispanófonos.
A pesar de la red de Institutos Cervantes –la segunda del mundo, seis sedes- y de centros docentes titularidad del Estado español –11-, la lengua española es incapaz de competir con las cifras del francés o del inglés, que progresa rápidamente.
El español es hablado por miles de personas en Tánger y Tetuán fundamentalmente, y por importantes grupos en Larache, Arcila, Alcázarquivir, Nador o Alhucemas. La lengua de Cervantes está presente en numerosos rótulos comerciales en todo el norte de Marruecos, y los hispanismos salpican la dariya o árabe marroquí septentrional.
Con todo, el número de hablantes no hace más que declinar. “Hay una falta de apoyo por parte de España a su lengua aquí y entre los marroquíes cada vez más se tiene la impresión de que las lenguas que ofrecen oportunidades laborales de calidad fuera del país son el inglés, el francés o el alemán y no el castellano”, explica el informático Abdel H. a NIUS.
Inquietud por el aumento de la xenofobia
Numerosas son las variables y vertientes del problema bilateral. Y difícil determinar cuáles serán sus consecuencias económicas, sociales, diplomáticas y humanas. El aumento del racismo y la xenofobia en España hacia el millón de ciudadanos españoles con raíces marroquíes o residentes marroquíes en nuestro país es uno de los grandes temores a uno y otro lado del Estrecho.
“He oído cosas muy duras de muchos de mis compañeros de carrera o de trabajo en España respecto a personas que lo único que han hecho es intentar cruzar una frontera. Hablo de lo que me ha dicho directamente gente que me conoce desde hace más de diez años. La actitud del pueblo medio español es denunciable. No sé por qué se piensa así de sus vecinos en España”, deplora Abdel a NIUS.
No en vano, el pasado mes de junio, semanas después de la fase aguda de la crisis entre Rabat y Madrid, un joven de origen marroquí era asesinado en el interior de una cafetería de la localidad murciana de Mazarrón. “¿Qué problema tienes con los moros? Respétanos”, aseveran los testigos que la víctima preguntó a su verdugo.
Del sur de España al norte del Marruecos, Mediterráneo mediante. En fin, la inquietud es general y también generalizado es el deseo sincero de que las cosas regresen a la normalidad cuanto antes. “Muchos españoles y marroquíes que conozco lo están viviendo muy mal. Se está perdiendo una joya que teníamos: el sosiego, vivir bien, atravesar la frontera. Como lo hemos hecho siempre, en la fraternidad, el intercambio y la amistad”, recuerda Serifi Villar, una vida entre las dos orillas.