Llegan buenas noticias para Australia, llueve de forma torrencial y eso está ayudando muchísimo en las labores de extinción de los incendios. Aun así, las consecuencias que han dejado en el país son devastadoras.
Como el maná caído del cielo. Nunca un chaparrón se había recibido con tanta alegría por los australianos. Felices de, por fin, tener que abrir sus paraguas tras meses infernales de sequedad e incendios. "Crucemos los dedos".
Pero las autoridades alertan: no hay que dejarse llevar por la euforia. Decenas de fuegos siguen activos y se avivarán en cuanto las condiciones empeoren de nuevo. Esta tregua sirve para hacer balance de los calamitosos daños causados por los incendios.
Desde el aire comprobamos el antes y el después del paso de las llamas por el sureste del país. Se han quemado dos mil quinientas viviendas y una superficie mayor a las de Castilla-León y Madrid juntas.
Se han perdido veintinueve vidas y miles de animales. Hoy se ha despedido a un bombero fallecido al ser alcanzado por un tornado de fuego.