Mariangela Cerrato, de 53 años, estaba dispuesta a todo para salvar su puesto de trabajo, hasta envenenar a su colega. Así cuando empezaron a escucharse rumores de recorte de personal en la empresa en la que trabajaba, ella ideó un plan para acabar con su compañero.
La historia bien podría inspirar el guion de una película. Mariangela Cerrato llevaba cada día el capuchino a su compañera Alice Bordon. Así que decidió echar en el vaso algo más que café cuando empezaron los rumores de despidos en su empresa de seguros del Piamonte, en Italia.
Cada día, durante varios meses, le añadía a su colega ansiolíticos en el café. Así, Bordon se quedaba dormida a diario en su puesto de trabajo.
Un día, en el otoño de 2017, Bordón se bebió de tirón el capuchino que normalmente tomaba despacito, a sorbos. Tras levantarse a por unas fotocopias, “sentí que falló el equilibrio, lo veía todo negro y me parecía que flotaba en el aire”, ha contado La Stampa. Ni en la farmacia de la lado de la oficina, ni después en urgencias le detectaron nada. Los médicos temieron un ictus, que después de varios días de pruebas en el hospital le dieron el alta.
Dos semanas después le pasó lo mismo tras tomar el café y los médicos tampoco supieron dar una respuesta. Un día, ha contado la víctima al diario italiano, se quedó dormida al volante y chocó contra un árbol. Podría haber muerto, ha asegurado.
Las sospechas de Bordón empezaron cuando en Navidad, Cerrato de tomó unos días de vacaciones y ella empezó a encontrarse mejor. En ese momento, empezó a sospechar de café y diguiendo los consejos de su neuróloga dejó de tomarlo. Todo se tornó más oscuros cuando su compañera cada mañana le repetía “te traigo café, ¿qué daño te va a hacer?”. Ante su insistencia, un día le dijo que sí. Se tomó medio y el otro medio lo llevó a analizar a un laboratorio.
En el laboratorio detectaron benzodiazepina en polvo, un potente ansiolítico que produce somnolencia, dolor de cabeza, vértigos, debilidad muscular y ralentización de las actividades cerebrales. Había 10 veces más dosis de lo permitido.
Después llegó la policía, que logró grabar a Cerrato echando el medicamento en el café. Ha sido condenada a cuatro años de cárcel por “lesiones personales agravadas”. No obstante, ella lo niega todo y ha presentado un recurso.
Alice Bordon se ha recuperado y está bien pero no se puede creer lo que ha vivido. “He vuelto a mi vida, sin angustias ni miedos. Pero todavía tengo que entender por qué ha pasado todo esto”.
Cuando supo con certeza que había sido Cerrato se puso a llorar. En el hospital le recomendaron que fuera al psiquiatra porque estaba “enloqueciendo”.
En la empresa nadie fue despedido.