En parte de Asia muchos consideran las aletas de tiburón como un manjar; un ingrediente muy cotizado. Por eso, asusta ver la cantidad de escualos que capturan o mutilan cada año, –más de 150 millones–, poniendo en peligro su existencia.
La práctica es una pesca cruel en la que se les suele arrancar la aleta para lanzarlos de nuevo al océano, donde inexorablemente mueren por problemas respiratorios o, indefensos, comidos por otros peces. Por eso, una campaña en Europa pretende recoger un millón de firmas para impedir esta actividad.
Una simple sopa, la sopa de tiburón, es tan demandada en Asia que los escrúpulos desaparecen en alta mar y se practica lo que denominan como finning: capturar a los tiburones y en el mismo barco cortarle las aletas, devolviéndoles mutilados al agua, donde no podrán nadar ni respirar.
“Mueren de una forma terriblemente cruel, asfixiados o desangrados”, denuncia Mónica Alonso, de la plataforma #stopfinningEU.
La pesca masiva de estos escualos está provocando una catástrofe en los océanos: “El consumo de la sopa de aleta de tiburón está llevando a muchas especies al borde de la extinción”.
Europa no permite este tipo de pesca salvaje: “La normativa del Parlamento Europeo ahora ya prohíbe completamente la separación de lo que es la aleta del cuerpo del animal”, explica Bruno Díaz, director del Centro de Investigación marina.
La campaña ‘Stop Finning’ pretende acabar radicalmente con ella en todo el mundo. Amantes de los océanos buscan un objetivo final: que las aletas de tiburón no se comercialicen, porque sin ellos la salud de nuestros océanos está en peligro.