La guerra entre Rusia y Ucrania ha despertado el horror en todo el mundo. El riesgo de un conflicto nuclear tras las advertencias de Vladímir Putin hace unos días está muy presente. Tanto es así que numerosas personas se están interesando por los búnkeres antinucleares. Ya son dos millones de personas refugiadas, pero no todas quieren abandonar sus casas. Y apuestan por protegerse bajo tierra.
Los búnkeres no son solo para presidentes, familias o comunidades. Se pueden utilizar también como un método de resguardo de datos y archivos, tal y como hace la NBA (National Basketball Association). Los precios de estos refugios van desde el millón hasta cientos de millones de euros, aunque también los hay más económicos.
Su principal labor es la de supervivencia: Valery Solovei, politólogo, asegura que el presidente ruso Vladímir Putin y su familia residen en un búnker en la República de Altái República de Altái. El líder de la invasión a Ucrania está obsesionado con su seguridad.
El término búnker tiene origen en Alemania y representa una construcción de hierro y hormigón para protegerse de los bombardeos o catástrofes. Los búnkeres se hicieron populares especialmente en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
Uno de los más conocidos históricamente es el ‘Führerbunker‘, el refugio que ordenó construir Adolf Hitler al comienzo de su régimen. Las autoridades de la Alemania Oriental intentaron destruir el búnker con explosiones tras la caída del Tercer Reich, pero no tuvieron éxito. Tuvieron que rellenarlo de cemento, ya que resistió todos los intentos.
Los búnkeres antinucleares vivieron su apogeo en la Guerra Fría. La idea de esta estructura concreta llegó tras los bombardeos estadounidenses contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Se pretendía proteger a la población de la nube radiactiva.
Los búnkeres antinucleares suelen están hechos de placas de acero con un revestimiento en el techo capaz de aguantar un peso excesivo, además de ductos y filtros de ventilación. Existen varias empresas dedicadas a la fabricación de refugios. Algunas como Texas Rising S (EEUU), Underground Building o Bunkeralia (España). Estas compañías nacionales trabajan con presupuestos de entre 40.000 y tres millones de euros.
Desde Undergroud Building aseguran que los búnkeres pueden estar listos entre tres y seis meses y que la demanda ha aumentado para las comunidades de entre 15 y 35 personas que se unen para abaratar el precio.
A lo largo de los años se han contemplado estructuras de este tipo de gran importancia; el Survival Condo (en Kansas, EEUU), que sirvió como bóveda para almacenar misiles nucleares del Ejército estadounidense y ahora es un condominio de lujo; el búnker en el que se refugió Donald Trump tras la muerte de George Floyd, construido hace más de medio siglo bajo una de las alas del edificio presidencial; o el refugio de la Reina Isabel II, construido poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial en Edimburgo, que ahora es de propiedad privada.