Francia pretende que la ropa ‘barata’ salga cara ya que el coste que este tipo de consumo de moda le supone al medio ambiente es casi incalculable. Los diputados del país galo han aprobado una serie de medidas que harán menos atractivas a los compradores este tipo de ropa conocida como ‘fast fashion’ y que procede principalmente de China.
Las medidas, que tendrán que ser aprobadas en el Senado, convertirán a Francia en el primer país del mundo en crear un “proyecto de ley para frenar el crecimiento de la moda ultrarrápida”, ha celebrado el ministro de Transición Ecológica, Christophe Béchu a través de sus redes sociales.
Según la proposición de ley serán los criterios como el volumen de ropa producida y la velocidad de rotación de las nuevas colecciones las que se aplicarán para definirlo como 'fast fashion'.
Además los productores estarán obligados a informar sobre el impacto medioambiental de las prendas.
A partir de 2025, se aplicaría un recargo de cinco euros por prenda, que aumentaría a 10 euros en 2030. Pero este no podría superar el 50% del precio del artículo. Los ingresos de esta tasa se usarán para subvencionar a los productores de ropa sostenible.
Una de las empresas objetivos más representativas de lo que Francia pretende frenar con esta ley es la empresa china Shein.
La empresa textil de origen chino Shein vende sus productos a través de internet y a un público eminentemente joven fuera de China.
Fundada en la ciudad oriental china de Nanjing en 2008, la firma tiene como seña de identidad que no dispone de una red de establecimientos físicos -se centra en el comercio electrónico, con la excepción de tiendas físicas efímeras o ‘pop-up stores’-, y su apuesta por las redes sociales (sobre todo Instagram y TikTok) y los ‘influencers’ para ganarse a las generaciones más jóvenes.
Otra las particularidades de Shein es que, pese a concentrar la fabricación de sus productos en China, no los vende en el mercado local y se vuelca por completo en el extranjero: su principal mercado es Estados Unidos, seguido de Europa.
Aunque la información sobre sus números es escasa, Financial Times apuntaba que en el ejercicio 2022 logró unos beneficios de 800 millones de dólares (730 millones de euros) y una facturación de 23.000 millones de dólares (21.000 millones de euros).
Shein ha sido criticada por su modelo de negocio de ‘moda rápida’ y consumismo, basado en producir industrialmente un gran volumen de prendas, con mucha rotación y a precios muy bajos, lo que genera un fuerte impacto ambiental.
En ese sentido, la ONG Greenpeace acusó el año pasado a la firma de infringir la normativa europea con el uso en sus productos de sustancias químicas peligrosas para la salud y el medioambiente: según la ONG, un total de 47 productos textiles analizados (es decir, un 15 %) contienen sustancias químicas en límites superiores a los permitidos a nivel comunitario.
Ello demuestra su “actitud negligente” respecto a los riesgos ambientales y la salud humana asociados con el uso de estos productos químicos peligrosos, que constituyen la base de la moda ultrarrápida de la compañía, de acuerdo con Greenpeace, que denunció que el gigante textil no solo pone en peligro la salud de los consumidores, sino también la de trabajadores y proveedores de sus fábricas.
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