El sumergible estaba tan profundo en el mar que la cantidad de agua sobre él habría sido equivalente al peso de la Torre Eiffel, decenas de miles de toneladas. A 4.000 metros de profundidad la presión es brutal que se produce un estallido en menos de un segundo. “400 atmósferas es soportar encima de nuestras cabezas el Empire State Building de Nueva York”, señala Antonio Crucelaegui, director de la Escuela Superior de Ingenieros Navales. Las personas que se encontraban en su interior se mantenían a salvo gracias a que la presión dentro de la nave contrarrestaba la presión a su alrededor. Pero esta vez lo que se produjo fue una implosión.
Ahora, el foco está en las normas de seguridad del Titán. Stockton Rush, el empresario estadounidense, cofundador y director ejecutivo de OceanGate Expeditions -que podría estar destinada ya a la ruina- y uno de los tripulantes fallecidos tras la implosión del Titan, admitió haber “roto las reglas” para construir el sumergible.
“Hay un límite. Llega un momento en que la seguridad no es más que un despilfarro. Si sólo quieres estar seguro, no salgas de la cama”, afirmaba en CBS News. “No entres en tu coche. No hagas nada. En algún momento, vas a correr algún riesgo, y realmente es una cuestión de riesgo y recompensa. Creo que puedo hacerlo con la misma seguridad saltándome las normas”. El CEO presumía de que a Titán le "manejamos todo en el submarino con un mando de videoconsola".
“Me gustaría ser recordado como un innovador. Creo que fue el General Douglas MacArthur quien dijo: ‘Serás recordado por las reglas que rompes’. Y sabes, he roto algunas reglas para hacer esto”, reconoció ante la cámara, antes de agregar que creyó haberlas roto "con lógica y con buena ingeniería”, refiriéndose a que el Titan está hecho con fibra de carbono y titanio. “Hay una regla que dice que eso no debe hacerse. Bueno, lo hice”, aseguró a Alan Estrada que documentó su viaje en el Titán en cuatro vídeos de YouTube para su canal de viajes Alan por el mundo.
Ahora, tras la tragedia que ha costado la vida a cinco seres humanos, que firmaron eso sí, un contrato sabiendo lo que se jugaban en la aventura, William Kohnen, presidente del Comité de Vehículos Submarinos Tripulados, ha hecho unas declaraciones muy duras respecto a los criterios de seguridad de estos sumergibles. "La compañía no estaba dispuesta a someterse al proceso de certificación estándar que todos hacemos en la industria submarina a través de un sistema de doble verificación de terceros". Ahora, como reconoce Kohnen, las normas están escritas con sangre.
El que se defiende por el momento es Guillermo Sohnlein, cofundador de OceanGate Expeditions intenta ahora poner en contexto la tragedia. "Existen normas, pero como puede imaginarse, no hay muchos submarinos que lleguen tan profundo, así que las normas son bastante escasas y muchas de ellas están anticuadas y están diseñadas para casos específicos. Es complicado navegar por esos esquemas normativos".