Aya llegó a este mundo en condiciones extremas. Sana y salva, los rescatistas la sacaron de entre los escombros aún con el cordón umbilical de su madre colgando. Su madre estaba muerta, como su padre y sus cuatro hermanos que murieron en el terremoto del sur de Turquía. “La hemos llamado Aya”, cuentan sus médicos en el Hospital Cihan, en Afrin, Siria, donde ha sido atendida. El nombre está cargado de simbolismo. Significa ‘una señal de Dios’; significa milagro.
“Probablemente nació tres horas antes de producirse el rescate”. Una vecina cortó el cordón y dio la voz de alarma. Aya tenía un hematoma grande en la espalda. Probablemente, algo le presionaba. También tenía heridas en la cara, frente, oreja y costillas. Sin embargo, en medio de tanto dolor, la vida se abrió paso. Pero ella se convirtió en la imagen de la esperanza entre el desastre, tanto, que intentaron secuestrarla, tal era el deseo de muchos de adoptarla.
De hecho la tuvieron que llevar a un lugar seguro. Hasta oficiales del Gobierno sirio de Bashar al Assad se habrían presentado en nombre de unos comerciantes de Damasco para adoptarla, asegurando que pertenecían a una organización benéfica. Más tarde, como pudieron verificar los médicos del hospital, la asociación estaba a nombre de Asmaa al Assad, la esposa del presidente sirio. "Como el bebé ha tenido una gran interacción y conocimiento a través de las plataformas de redes sociales, el régimen intenta secuestrarla para pulir su imagen frente a los medios globales y afirmar que sucede en las áreas que controla", sostenían las organizaciones humanitarias.
Finalmente y tras una semana recuperándose de las heridas que aún se ven en su diminuta espalda, Aya, tiene une nueva familia que la va a adoptar con todo el amor: la de sus tíos por parte de padre. Ya posan con ella que, por un momento, se comporta como un bebé normal, al fin protegido.