Taha Erdem, un joven turco de 17 años, quiso grabar un vídeo con sus “últimos momentos” cuando se hallaba atrapado bajo los escombros del terremoto en Adiyaman, Turquía. El devastador seísmo acababa de producirse y el edificio en el que se encontraba junto a sus padres y sus hermanos se vino completamente abajo. En esos momentos, pensaba que todos habían muerto y él, sepultado, correría el mismo destino: “Creo que este es el último vídeo que grabaré para ustedes”.
Todo sucedió repentinamente. Apenas fueron 10 segundos los que el edificio tardó en ceder a la fuerza del terremoto que el 6 de febrero sacudiría a Turquía y Siria sin clemencia. Tras desencadenarse, con una magnitud de 7,8 en la escala de Richter, las réplicas no tardaron en sucederse, una a una.
En esas circunstancias, y con el sur del país ya dominado por las ruinas tras producirse simultáneamente miles de derrumbes, el joven cogió su teléfono y comenzó a grabar un mensaje de despedida.
En él, Taha, relatando lo que estaba ocurriendo y hablando de sus heridas, se encomendó a su Dios, expresó aquello de lo que se arrepentía y enumeró las cosas que haría si, milagrosamente, salía con vida.
En esos instantes, solo, sepultado y rodeado de escombros, creía que su familia ya había muerto y que muchos en la ciudad habrían fallecido también.
“La muerte, amigos, llega cuando menos te lo esperas”, señaló, pensando que él también se uniría a ellos y recitando una oración, tal como recoge NIUS, haciéndose eco de la noticia.
En esos momentos, todo parecía perdido. Mientras grababa, su mano seguía temblando, un hecho que él se apresuraba a matizar, explicando que no eran ni el pánico ni las heridas, sino el terremoto, que seguía generando temblores, una réplica tras otra.
Frente a la destrucción y la desesperanza, todo cambió cuando pasadas dos horas del seísmo un grupo de personas que se movilizó para buscar supervivientes encontró a Taha, al que liberaron y rescataron con vida.
Diez horas más tarde, era su familia la que era encontrada. Todos fueron salvados por equipos de rescate y, tras ello, se trasladaron a una tienda de campaña proporcionada por el Gobierno para dar refugio a los supervivientes.
La madre de Taha, como él, pensaba que iban a morir entre los escombros. Su único consuelo era que iban a hacerlo juntos, como familia, pero afortunadamente salvaron la vida. Aunque se quedaron sin nada, se tenían a ellos.
Hoy, cuando ya han pasado dos semanas desde el terremoto, los muertos se elevan a más de 45.000 entre las víctimas de Turquía y Siria, mientras los heridos se elevan más allá de los 130.00.
El terremoto ha dejado más de 4.700 réplicas y más de 400.000 edificios han quedado en ruinas. Tras todo el tiempo transcurrido, las probabilidades de que haya desaparecidos con vida son ínfimas. Las autoridades, en este sentido, anunciaban el domingo o la suspensión de las operaciones de rescate salvo en las provincias de Hatay y Kahramanmaras, las más castigadas por el seísmo.