Tercera noche de trabajo de rescate en Turquía y Siria, son horas decisivas, porque el tiempo corre en contra y cada vez hay menos esperanzas de encontrar a supervivientes bajo los escombros del terremoto. Aún así, los equipos de emergencias continúan intentándolo sin descanso. La cifra de víctimas mortales asciende ya a más de 12.000 personas.
Cae la noche y lo único que se escucha es el ruido de las excavadoras que avanzan despacio. Ni siquiera los rescatistas hablan y se pide silencio ante el más mínimo ruido.
Las máquinas mueven con cuidado los cascotes. Ya han pasado las tan temidas 72 horas pero no se ha perdido la esperanza. Aún así, todavía se producen rescates que emocionan a los equipos de emergencia y a los testigos que ayudan en las labores de búsqueda.
Un ejemplo es el rescate de un bebé recién nacido que ha soportado más de 50 horas bajo tierra. Su llanto es lo único que quiere escuchar su rescatador. Al ver que el pequeño está con vida, los soldados de Kosovo que le han rescatado repiten una y otra vez gracias a Dios.
Han logrado sacar con vida a otra niña de dos años que llevaba dos días atrapada. Una cadena humana de ayuda la lleva hasta la ambulancia. De otro estrechísimo agujero han podido rescatar a otro bebé. Todos estos pequeños llevan días despiertos bajo edificios que no dejan de temblar.
Nadie se queda sin su ayuda, tampoco ellos los animales y mascotas que han sido sepultados entre los escombros. Aunque haya que sacarlos piedra a piedra, los rescatadores no cesan y consiguen sacar a todos los supervivientes que están atrapados.
No están solos ya que cientos de civiles pasan las noches al raso. No les ha quedado nada pero no dudan en prestar sus manos a quienes lo necesitan.